Cultura

El ajedrez y los escritores argentinos

Siendo quizás el juego más complejo y hermoso creado por el ser humano, era inevitable que fascinara también a los literatos.

El ajedrez es un juego que ha suscitado múltiples lecturas a lo largo de la historia. En su origen fue metáfora de la guerra, arte de la estrategia. Luego se entendió como una paciente y elaborada forma de entender la política. El positivismo, en su afán compulsivo de cientifizarlo todo, lo hizo pasar de juego a ciencia. Tanto en Oriente como en Occidente, desde hace más de dos milenios el ajedrez se ha alzado a la categoría de símbolo de la inteligencia y su desarrollo. Esa ­fascinación es fácilmente advertible en la literatura, incluyendo la de nuestro país.

Jorge Luis Borges –a quien su padre explicó las paradojas de Zenón sobre un tablero de ajedrez– dedicó un poema a la batalla que sobre un tablero libran el tenue rey, el sesgo alfil, la encarnizada reina, la directa torre y el peón ladino:

No saben que la mano señalada

del jugador gobierna su destino,

no saben que un rigor adamantino

sujeta su albedrío y su jornada.

Llega a la conclusión de que el jugador mueve la pieza, pero que Dios mueve al jugador. Quien fuera docente en el Colegio Nacional de La Plata, Ezequiel Martínez Estrada, escribió un ensayo titulado Filosofía del ajedrez, donde teoriza sobre el juego ciencia desde las coordenadas de la filosofía, celebrándolo porque “invita a pensar despacio y con agrado”. Pero no solo ve en el ajedrez el despliegue de la racionalidad, sino que advierte que la sensibilidad juega un papel tan importante como la inteligencia abstracta, lo que le da una gran carga dramática. Dice sobre el rol preponderante que juega el rey: “Su fuerza aumenta hacia el ocaso de la partida; se alza formidable sobre las ruinas. Entonces entra a combatir, a la manera de los dioses de la ­Ilíada. Como toda cosa inútil pero inevitable, como toda manquedad absolutamente necesaria, ha ­terminado por asumir un papel ­preponderante”. 

Rodolfo Walsh, que en sus años en La Plata solía practicarlo en la sede de Estudiantes y en el club de ajedrez, escribió relatos policiales como Transposición de jugadas, que comienza con una partida y Zugzwang, que es una posición en la que el jugador solo puede empeorar su situación. El ajedrez también está presente en Operación Masacre, ya que en el prólogo del libro dice que la primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de junio de 1956 “me llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde se jugaba al ajedrez”.

Abelardo Castillo, quien, además de escribir el cuento La cuestión de la dama en el Max Lange, fue autor de un ensayo sobre el juego, dijo: “Lo que de cualquier manera es cierto es que, proporcionalmente hablando, el número de argentinos que juega bien al ajedrez es asombrosa. Para decirlo todo, es mayor el número de argentinos que juega bien al ajedrez que el que canta bien tangos”.

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