cultura

El brujo mayor de la literatura latinoamericana

Gabriel García Márquez nos dejó la memoria llena de personajes.

Solo estuvo una vez en la Argentina —en 1967— para presentar Cien años de soledad y formar parte del jurado del concurso de novela organizado por la revista Primera Plana. La humedad, el tráfico y las oleadas de gente en las calles de Buenos Aires eran los primeros recuerdos que le aparecían cuando pensaba en esa visita. Gabriel García Márquez tenía por entonces 40 años y vino acompañado por su mujer, Mercedes Barcha: “A partir de aquel viaje a Buenos Aires todo en mi vida cambió, y no siempre para bien”, diría después.

Dicen que la muerte de su hermano Eligio le afectó más que haberse enterado, en 1999, de que padecía cáncer linfático. A partir de allí, cayó en un tobogán del que ya no tuvo regreso. Tampoco tuvo regreso su fama, cimentada en una de las obras más originales de la literatura de nuestra lengua, que alcanzó tras una ardua batalla que libró con la única arma de su máquina de escribir, contando las historias que de chico escuchaba en su pueblo. Y en eso se convirtió: uno de los mayores autores de fábulas de nuestro continente.

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