El discreto origen del botón, un objeto cotidiano con miles de años de historia

Su historia se remonta a más de 5.000 años.

Aunque hoy pasa prácticamente desapercibido, el botón es uno de los elementos más antiguos y persistentes de la vestimenta humana. Su historia se remonta a más de 5.000 años, bastante antes de que cumpliera la función que hoy le damos.

Los primeros ejemplares conocidos aparecieron en la región del valle del Indo, hacia el 2800 a. C. Eran piezas de concha pulida y se utilizaban principalmente como adorno. Durante siglos, ese fue su rol: un detalle decorativo en las prendas de distintas culturas, desde Egipto hasta Roma.

El cambio llegó en la Edad Media, cuando la moda europea comenzó a ajustar más las prendas al cuerpo. Allí el botón dejó de ser accesorio y pasó a convertirse en un recurso práctico para cerrar ropa entallada. Su uso se expandió rápidamente y, hacia el siglo XIII, ya era un símbolo de estatus. No era raro que las familias acomodadas encargaran botones de metal, hueso tallado o incluso piezas con incrustaciones. En algunos territorios, su ostentación fue tan marcada que se crearon impuestos específicos.

Con la Revolución Industrial del siglo XIX, la producción de botones se masificó. Dejó de ser un artículo de lujo y pasó a formar parte de la indumentaria cotidiana. Desde entonces, se mantuvo prácticamente sin cambios y sobrevivió a todo tipo de avances: cierres, broches, velcros y sistemas magnéticos.

A pesar de las alternativas modernas, el botón sigue siendo uno de los mecanismos de cierre más utilizados del mundo. Un objeto simple, mínimo, cuya utilidad lo mantuvo vigente durante milenios.

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