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El escritor sentenciado a muerte

Salman Rushdie es un escritor nacido en Bombay que, con una de sus novelas, provocó una polémica religiosa de proporciones mundiales.

Nacido en Bombay en 1947, se crío en la India hasta los catorce años, cuando llegó a Inglaterra. Estudió en la Universidad de Cambridge y se graduó en Historia. Más tarde se especializó en temas islámicos: un tema muy controversial para alguien que había crecido como musulmán. Lo cierto es que Salman Rushdie es considerado uno de los más importantes autores en lengua inglesa de las últimas décadas. Fuera de su idioma, alcanzó una fama no deseada con la sentencia de muerte del ayatolá Ruhollah Komeini en febrero de 1989. Antes de eso, ya era celebrado como novelista.

Desde el 14 de febrero de 1989 arrastra una desgracia terrible, cuando el imán Jomeini pidió a sus fundamentalistas que lo mataran allí donde lo encontrasen. Desde entonces, Salman Rushdie se cansó de que la prensa internacional lo describa como un perro escondido entre los muebles, asustado por los cohetes de Navidad. Alguna vez le confesó al escritor argentino Osvaldo Soriano que le fascina ir al cine, que sale a comprarse ropa, que tiene tiempo para enamorarse y hasta para ir a tomar algo con sus amigos mimados por la crítica británica. “A mí no me tratan tan bien, yo siempre fui un best seller”, decía.

Provocador temible, en la línea de otros escritores como Laurence Stern y Lewis Carrol, con mucho de las narrativas orales de Bombay, este fugitivo es capaz de explicar la India desde Ghandi hasta los tiempos actuales. Defiende el uso de la lengua inglesa como unificadora de las elites y esquiva las definiciones políticas. Se afirma que su narración del socialismo armonizó seis religiones y novecientos millones de almas y las descripciones que hizo del ultraliberalismo —tan vigente en nuestros días— es objetiva, sin compromiso.

La mañana que lo llamaron desde la BBC para avisarle que Irán había puesto precio a su cabeza, no lo esperaba, pero tampoco se sorprendió. Sabía que su libro Versos satánicos no iba a gustarle a los fundamentalistas. Desde entonces, Gran Bretaña lo escondió, le puso custodios pesados, autos blindados con frenos chirriantes; en torno de él se tejieron las historias más insólitas, que los policías de todos los países en los que estuvo se encargaron de agigantar. En las conferencias de prensa, los periodistas que tenían entrevistas con él solían sufrir tanto como si se acercaran al Papa.

Rushdie no cree en Dios, pero sí en las religiones como narración fantástica. Del Islam lo fascinó que siete siglos después del origen del cristianismo, otro profeta subido a una colina haya visto un arcángel grande, que cubría el horizonte y recitaba la palabra de Dios. Como su admirado Cervantes, ­Rushdie es un gran narrador. En 1975 apareció su primera novela, Grimus. Pero fue la publicación de su siguiente obra, Hijos de la medianoche, la que lo catapultó a la fama, en 1981. El libro, escrito en un registro parecido al del realismo mágico, fue un éxito y le valió el Booker Prize, el principal galardón literario del Reino Unido. Dos años después apareció Vergüenza.

Tras un lustro de silencio literario, Rushdie reapareció en 1988 con Los versos satánicos, el libro que le cambió la vida. La novela está construida alrededor de la figura de un falso Mahoma y fue interpretada como un cuestionamiento al Islam, lo que fue repetidamente puesto en duda por el autor. “Este hombre es la prueba de que la palabra escrita conserva su poder devastador, que la sátira hiere más que la espada”, confirmó Soriano.

El escritor, forzado a vivir en la clandestinidad —refugiándose, periódicamente, de casa en casa—, publicó en 2012 Josep Anton, el alias que utilizó durante muchos años para preservar su identidad. Es un libro cautivante, provocador, que causa una honda conmoción, porque lo ocurrido a Salman ­Rushdie es un drama que todos los días desarrolla un acto en alguna parte del mundo.

El autor británico reapareció en público en estos días, en la ciudad de Nueva York, en la gala de una organización en defensa de los derechos de los escritores. Se trató de su primer acto público desde que el 12 de agosto de 2022 pasado sufriera un ataque con un cuchillo que casi le cuesta la vida. En ese marco, Rushdie recibió un premio honorífico de la organización PEN América, de la que fue presidente.

Su presencia, que no había sido anunciada, fue recibida con una fuerte ovación.

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