CULTURA

El final trágico de la perra de Hitler

Cuando Hitler tomó la decisión de suicidarse, convocó a su médico personal que se hallaba en el búnker y le pidió que aplicara una ampolla de veneno a su perro.

Adolf Hitler espantaba a los gatos que se cruzaban por su camino, encontraba estúpidos a los caballos, desagradables a las tortugas y antipáticos a los perros ­bulldog y boxer, pero adoraba a su perra pastora alemana, Blondi. La paseaba todo el tiempo libre que tenía disponible e hizo construir expresamente para ella una pista con obstáculos.

Cuando Hitler tomó la decisión de suicidarse, convocó a su médico personal que se hallaba en el búnker y le pidió que aplicara una ampolla de veneno a su perro, para que no cayera en manos enemigas. Al día siguiente, el Führer terminaría su existencia junto a su esposa, Eva Braun. Parece que el cuerpo de la perra fue incinerado en la misma pira en la que ardieron sus dueños.

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