CULTURA

Paco Ignacio Taibo II, un mexicano con una vida de novela policial

Es uno de los máximos cultores mundiales de la literatura negra. Su vida está llena de enigmas y pistas; todas conducen a un gran escritor.

En 1968, en el estadio olímpico de México, Tommy Smith, el atleta e intelectual de la Universidad de California, ganó en tiempo récord la competencia de los 200 metros. En el podio, en vez de saludar feliz en su victoria, bajó la cabeza para no mirar la bandera de su país y alzó un puño enguantado de negro, símbolo de su malestar y de sus deseos de liberación. Poco antes, Paco Ignacio Taibo II, en ese mismo estadio, se había sentido partícipe de la historia por primera vez: había silbado al presidente que había ordenado la represión en la Plaza Tlateloco, del Distrito Federal de México, en la que más de 300 estudiantes fueron asesinados por el ejército. Los policías buscaban identificar a los que silbaban. Pero ese día silbaron todos: el movimiento estudiantil había tenido la confirmación de que no estaba aislado.

A raíz de esa experiencia, Paco Ignacio Taibo II supo de joven que se dedicaría a ser historiador,con la salvedad de que quería entender la historia como otro de los trabajos de quien escribe, a la manera del periodismo o la literatura. Su padre, Paco Ignacio Taibo I (excelso periodista y ensayista), no solo le había transmitido el placer de escribir, sino también la ética de la escritura. Además de ser el gran jefe de la tribu Taibo, su padre fue un hombre que le enseñó que no solo escribir es fascinante, sino también que quien sabe escribir tiene un compromiso con lo que escribe y tiene obligaciones para con los lectores.

Nacido en España pero criado desde niño en México, Taibo pasó gran parte de su juventud en un ambiente lleno de esperanzas de renovación social. Durante muchos años, fue profesor de la Facultad de Antropología e Historia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Sin embargo, cuando se encaminó hacia la literatura descubrió que la ficción era más divertida que la enseñanza y entonces escapó de la universidad. No fue algo del todo imprevisto: como estudiante ya había abandonado tres carreras superiores ( Letras, Historia y Sociología). Desde entonces, se convirtió en un escritor de una producción desmesurada.

El Washington Post escribió de él: “Paco Ignacio Taibo II vuelve a evocar el hilo melancólico de la narración a la Chandler, enriqueciéndolo con un toque de realismo mágico latinoamericano”. No obstante, lo primero que se destaca de su obra es que está especialmente vinculado a una de las figuras centrales de la historia contemporánea latinoamericana: Ernesto Guevara, al que Taibo le dedicó tres libros: La batalla de Santa Clara, El año que estuvimos en ninguna parte y Sin perder la ternura. Alguna vez, el propio Taibo explicó que la pasión nunca saciada por Guevara fue consecuencia del tiempo que transformó al cuadro revolucionario en un mito light, descafeinado, sin sustancia. Por eso, al empezar a escribir sobre el Che, la premisa fue comprenderlo más allá del mito. “El Che es el santo laico de mi generación, lo digo sin ningún pudor. Es el hombre que ha velado por nuestros sueños y que ha impedido que el neoliberalismo lograra destruir nuestros ideales. Pero en un cierto punto su imagen se estaba debilitando”, declaró el escritor.

Su trabajo fue el de un investigador histórico y operó con la mayor precisión posible en todo lo referido a datos y búsqueda de la información; aunque a todo lo que escribe Taibo le imprime el ritmo de una novela. En ese proceso, descubrió un método infalible que luego usaría incontables veces: antes de escribir una biografía o un libro de historia, cuelga en la pared las fotografías de los personajes y habla continuamente con ellos hasta esperar un guiño o una sonrisa de esa fotografía, como si buscara la confirmación sobre lo que está haciendo.

Su trayectoria de escritor está sembrada de novelas policiales y se transformó en uno de sus precursores a nivel continental. En 1969 creó el Festival de la Novela Negra en Gijón, España, principal certamen mundial de la novela policial, en la que serían premiados argentinos como Miguel Bonasso y Juan Sasturain. Taibo sentenciaba: “Una buena novela dura más que un orgasmo, bastante más que una larga película y tiene la virtud de hacerte ver el mundo con los ojos de otro”.

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