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El folklorista que rompió todos los moldes

“El Chango” Farías Gomez fue un artista que innovó profundamente en nuestra música popular, con arreglos audaces, una manera distinta de cantar, y grupos que hicieron historia.

Juan Enrique Farías Gómez, “el Chango”, nació en San Telmo, el 19 de diciembre de 1937, en el seno de una familia de músicos. Su primer grupo se llamó Los Musiqueros, un trío que formó con el poeta -entonces también cantor- Hamlet Lima Quintana, y Mario Arnedo Gallo -padre de uno de los integrantes de Divididos-. Fue arreglador, guitarrista, percusionista, cantante, compositor, docente, y productor de discos como Corazón libre, de Mercedes Sosa. Fue el factótum de grupos legendarios como Los Huanca Hua, el Grupo Vocal Argentino, Músicos Populares Argentinos y La Manija, que enriquecieron con sus sonoridades la manera de entender la música folklórica de nuestro país.

A comienzos de los 60 ocurrió el llamado boom del folklore, la tradición musical vernácula con raíces en el llamado interior estaba presente en todos los medios, guitarreadas y festivales populares. En ese clima, “el Chango” Farías Gómez irrumpió con Los Huanca Hua, un grupo que formó junto a su hermano Pedro, Hernán Figueroa Reyes -posteriormente reemplazado por Marián Farías Gómez-, Guillermo Urién y Carlos del Franco Terrero, proponiendo otra manera de cantar canciones tradicionales, con melodías disruptivas, y arreglos vocales complejos que incluían onomatopeyas y voces que remedaban instrumentos musicales. Él fundó el Grupo Vocal Argentino, uno de los primeros coros que se animó a la música popular.

Su plena identificación con el peronismo le costó el exilio. En 1976 se radicó primero en España y luego en Francia. En el exilio grabó un disco instrumental, Lágrima, con la participación del bandoneonista Juan José Mosalini, y el pianista Gustavo Beytelmann -un rosarino de prestigio internacional que, entre otras cosas, hizo las orquestaciones del primer disco de Serú Girán-. En 1982, Farías Gomez retorna al país, y arma un trío junto a su hermana Marián y el pianista Manolo Juárez, con el que presentó el espectáculo “Contraflor al Resto”. Tres años después armó uno de los mejores grupos de la historia del folklore: Músicos Populares Argentinos -MPA-. En esa experiencia participaron Peteco Carabajal -en la etapa en la que compuso mucha de sus mejores canciones-, Jacinto Piedra -un santiagueño que murió a los 36 años-, Verónica Condomí y Rubén “Mono” Izarrualde. Los tradicionalistas de bota y poncho, veían con cierto espanto la batería y los instrumentos eléctricos al servicio del folklore. Los amantes de la buena música estaban de parabienes.

Los años 90 lo encontraron con otra apuesta musical: La Manija. Un conjunto que, agregó al folklore local, sonoridades africanas y ciertos aires flamencos, dando cuenta de la incesante búsqueda de este artista por alcanzar un sonido propio. Es imposible inventariar todos sus atrevimientos y juntadas, que incluyen nombres como el de Dino Saluzzi, Ariel Ramírez y Gustavo Cuchi Leguizamón.

Recién a los 46 años editó su primer disco -titulado Sin arreglo-, en el que reúne versiones inolvidables de Te recuerdo Amanda, Zamba del grillo y Zamba de Juan Panadero. Dijo Juan Falú: “El Chango era la prueba de que al folklore se lo podía abordar desde el conocimiento de sus modelos y avanzando hacia cualquier lugar, sin límite. Mantuvo toda una posición frente al arte, una búsqueda constante por la evolución del folklore, aunque él no aceptaba ese término. Siempre las búsquedas incluyen un riesgo y él hizo muchas jugadas en ese sentido”.

Su última experiencia musical fue Los Amigos del Chango, una orquesta popular de cámara, integrada por Rubén “Mono” Izarrualde, Ricardo Culotta, Agustín Balbo y los platenses Omar y Néstor Gómez. Planeaban grabar un disco que iba a llevar por título: Música clásica argentina. Murió a los 74 años, en la ciudad de Buenos Aires.

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