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La historia secreta de El Padrino

Es considerada una de las mayores joyas cinematográficas de la historia del cine, sin embargo, fue un proyecto cajoneado por Hollywood y boicoteado por la mafia.

Mario Puzo había escrito en 1969 y fue de inmediato un best seller. En un año ya había vendido 13 millones de ejemplares. Paramount Picture, al año siguiente, compró los derechos para hacer la película, por 80 mil dólares. Pero nadie la quería filmar. Ni Sergio Leone, ni Costa Gavras, ni Peter Bogdanovich. Las películas de mafiosos ya no tenían éxito. Además, el mismísimo director de la compañía tenía entre sus amigos algunos italianos cuyos prontuarios se parecían mucho a los relatados en el libro.

Para ese entonces, Francis Ford Coppola había hecho casi una decena de películas, había sido nominado varias veces a la Palma de Oro en Cannes, la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián por The Rain People, y había obtenido el Oscar por guión de Patton. Tenía algo a favor para filmar El Padrino: era ítalo-norteamericano. Coppola aceptó la propuesta con la condición de reescribir el guión junto al autor de la novela. No iba a ser una película sobre la mafia, sino una historia familiar en donde se viera simbolizada la manera en que se amasan las fortunas en Estados Unidos. Robert Evans, director de la Paramount, decía que Coppola estaba completamente loco.

Mafia era el título original del primer borrador de 100 páginas de la novela de Mario Puzo. El libro fue escrito para pagar las deudas de juego del autor, que ascendían a 10 mil dólares. Cifra irrisoria si se compara con los 6 millones de dólares que costó la película, y los 250 millones que recaudó.

La película, antes de su estreno, tuvo que contar con la aprobación de la Liga por los Derechos Civiles Italoamericanos, la organización que nucleaba a los “buenos muchachos” retratados en la película. Hubo al efecto una reunión en el Madison Square Garden, así como en su momento hubo seguimiento de cerca de todas las escenas rodadas. La Paramount se comprometió a que no aparecería en la película las expresiones “Mafia” ni “Cosa Nostra”. Asimismo, se acordó que la recaudación de la première de la película en Nueva York iría íntegramente a las arcas de la Familia ítalo-norteamericana.

No fue fácil la elección de algunos protagónicos. Francis Ford Coppola quería a toda costa que participara un Alfredo James Pacino, prácticamente desconocido entonces, ya que solo había aparecido en un episodio de la serie N.Y.P.D. La Paramount se opuso ya que objetaba que un personaje de la relevancia de Michael Corleone fuera encarnado por un enano. Propusieron en su reemplazo a Robert Redford o Jack Nicholson. Coppola fue insobornable, su argumento principal era que el papel de un siciliano, debía ser interpretado por un actor que tuviera ese origen.

Mario Puzo le había confesado a Coppola que la cara que imaginaba cuando inventó a Vito Corleone era la de Marlon Brando. Coppola estuvo completamente de acuerdo. Pero el cachet que pidió Brando fue sideral. “No vamos a financiar a Brando en el protagónico. Caso cerrado”, fue la respuesta que dio la productora al director. Orson Welles alguna vez dijo: “Hubiera vendido mi alma al diablo con tal de conseguir ese papel”. Pero Francis Ford Coppola se plantó: “Si no está Marlon Brando, la película no se hace”. Y otra vez ganó la pulseada.

Marlon Brando actuó con una profesionalidad extrema: adelgazó mucho, era el primero en llegar al set, recordaba a la perfección cada palabra de cada línea de sus parlamentos, inventó esa modulación en la que Corleone hablaba como si tuviera una lesión en la garganta, y durante meses trabajó sin cobrar un centavo.

“Me despedían todas las semanas”, recordaba riéndose Coppola, años después. La película terminó en rodarse más de lo previsto, aunque solo llevó 77 días, y se estrenó el 15 de marzo de 1972, fue candidateada a ocho Oscar y terminó ganando tres: mejor película, guión y por supuesto, Marlon Brando, como mejor actor. Hasta los mafiosos aplaudían de pie.

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