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El músico uruguayo al que Spinetta consideraba el más grande

Hugo Fattoruso es una leyenda viva de la música rioplatense, con una historia de creatividad indetenible que lo vuelve único.

Luis Alberto Spinetta lo conocía desde los años 60, cuando tocaba en el grupo Los Shakers. Cuando en 2009 le dieron al Flaco el Gardel de Oro, por su disco Una mañana, dijo: “Este premio va a hacer justicia el día que se lo den al Hugo Fattoruso”. Cuando le preguntaron a Spinetta por qué había dicho eso, respondió: “Porque Hugo Fattoruso es el duende de la creación”. Para el ícono del rock argentino, el uruguayo es un artista capaz “de evolucionar y crear hasta límites inimaginables, mutando y avanzando hacia la directa perfección, la cual parece salirse del mundo. Es la constante de la sorpresa y, a la vez, el arte de fluir”.

Hugo Fattoruso nació en Montevideo el 29 de junio de 1943. A los 12 años, debutó profesionalmente, tocando el acordeón en un trío que integraba con su padre y su hermano, Osvaldo. Tenía 22 años cuando editó su primer disco con Los Shakers, una banda que fue producto de la influencia de los Beatles en el Río de la Plata, pero que superaba ampliamente en calidad a todas sus competidoras. En 1969, se radicó en Estados Unidos con su hermano Osvaldo, acompañando a Airto Moreira, el percusionista brasileño casado con la cantante de jazz Flora Purim. En ese país creó Opa, un grupo que fusionaba el rock y el jazz, y del cual también formó parte Rubén Rada.

Lo que hace no es jazz, pero su manera de tocar, su fabulosa capacidad de improvisación, hace que se parezca a esa música. Una música que tiene todos los sabores del Río de la Plata y mucho condimento brasileño, donde lo melódico juega un papel fundamental.

Vivió durante ocho años en Brasil, donde tocó e hizo arreglos para Milton Nascimento. Djavan confesó haber tenido “el placer inmenso de ser acompañado en ese escena por las manos mágicas de ese ser inmenso”, se hizo muy próximo —afectiva y musicalmente— de Chico Buarque, y Hermeto Pascoal le produjo un disco. Con el japonés Tomohiro Yahiro hizo casi media docena de discos y numerosas giras por Japón, Corea y Malasia.

Jaime Roos —quien, durante algunos años, lo tuvo como integrante de su banda— confesó que creció, maduró y comenzó a crear sus canciones bajo el influjo de ­Fattoruso: “Hugo fue el primer ídolo uruguayo de mi infancia. Antes de Los Shakers, yo tendría ocho años, lo vi tocar en Peña de Jazz, calle Convención, Montevideo, llevado por tío Georges. No se trataba únicamente de su música. Había en él una aureola estelar, carisma, estilo, fuera de lo habitual. Los Shakers, ese grupo que Hugo tanto maldice, en mi escolar ranking personal eran la segunda banda mejor del mundo, luego de los Beatles. Años después, analizando el fenómeno, supe que ha­bían sido un invento de la industria como sucedáneo criollo de los genios de Liverpool. Pero Hugo no pudo con su vida y creó canciones maravillosas en esa época, que trascendieron ampliamente la maniobra comercial”.

Por su parte, Liliana Herrero opinó: “Cuando uno escucha sus composiciones comprende que algo muy hondo lo atraviesa, que es el resultado de una notable reflexión sobre la música, aunque nunca lo declare. Cuando habla, dice cosas como estas: que las cosas le salen así nomás, casi en total ausencia de reflexión, que él es simplemente muy estudioso, y que se maneja con ciertos acordes acotados pero no desarrolla un despliegue armónico exhaustivo. Una especie de timidez o de disconformidad en aquello que él mismo hace lo caracteriza. Su música, así, parece una especie de travesura y de revancha de lo que es capaz de hacer alguien que la ama profundamente. Y que encuentra en ella su único modo de ser”.

Fito Páez, quien lo invitó a su concierto en Uruguay para el festejo de los 30 años de El amor después del amor, el 30 de junio de 2023, cuando Hugo Fattoruso cumplió 80 años, publicó en las redes: “¡Feliz cumpleaños al gran Hugo Fattorusso! ¡Gracias por alumbrar el camino y derramarnos toda tu alma en forma de música!”.

Su experiencia musical más reciente es el dúo que integra con su compatriota, el poeta y cantor Fernando Cabrera, con quien establece sobre el escenario un diálogo donde las palabras y la música se enriquecen inacabablemente.

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