El platense que llegó a la cima de la ciencia mundial
René Favaloro es uno de los grandes orgullos de nuestra ciudad, un médico rural que supo ganarse la admiración del mundo entero por sus aportes a la cirugía cardiovascular.
Recuerdos de un médico rural tuvo su primera edición en 1980. El objetivo declarado del libro “no es presentar la simple descripción de hechos anecdóticos sino, a través de ellos, mostrar las condiciones socioeconómicas del interior”. Muchas de las reflexiones asentadas por René Favaloro mantienen una desgraciada vigencia, una amarga constatación hecha por el propio autor: “Estoy convencido de que en profundidad todo está igual. Ranchos miserables y villas miserias se ven por doquier, pobres escuelitas rurales más destartaladas que nunca están, si se las quiere ver, con maestros que siguen recibiendo salarios alejados de la realidad. A pesar de la abundancia de médicos carecemos de una medicina organizada”. El libro no solo rememora sus experiencias como médico en un pueblito del oeste de la provincia de La Pampa, sino que insta al compromiso -principalmente de los universitarios- a luchar por los cambios estructurales que nuestro país y toda Latinoamérica demanda -principalmente en educación y salud-, para no ser testigos de una sociedad injusta donde parece que el tener y el poder son las aspiraciones máximas.
La ciudad de La Plata -en la que nació el 12 de julio de 1923- estaba siempre presente en sus remenbranzas: “Al anochecer, después de la tarea cumplida, salía a vagar por las calles de mi ciudad donde abundan los parques y las plazas. Siempre recordaré mis largas caminatas por el Bosque, el parque Saavedra o mis escapadas, cruzando la 72, para perderme en los baldíos”. Imágenes que quedaron por siempre perfumándole la memoria de tilos, aromos y paraísos.
A los 27 años tomó una decisión fundamental en su vida: el 25 de mayo de 1950 partió en un tren del Ferrocarril General Roca, para irse a un pueblo de La Pampa. Jacinto Arauz tenía solamente diez manzanas desparramadas a lo largo de las vías, con tres o cuatro cuadras a cada lado, habitado por 3.500 habitantes. Lo que originalmente iba a ser por tres meses se prolongó a casi 12 años que lo dejarían marcado para el resto de su vida. En pueblo tan chico, las pequeñas hazañas del médico recién llegado se comentaban por doquier. Con absoluta dedicación a su tarea percibía que poco a poco iba entremezclándome con la población, la iba conociendo en profundidad a medida que se enteraba y participaba de sus problemas. Había dejado de ser un extraño.
Pero lentamente en medio de esa vida pueblerina, fue surgiendo en Favaloro una idea: viajar a los Estados Unidos. Casi sin comentarlo a sus cercanos, comenzó a retomar el inglés que había aprendido durante el bachillerato, compró discos para ejercitarse en la pronunciación y con mucho dolor, pero lleno de esperanzas, cambió Jacinto Arauz por Cleveland a principios de 1962. La despedida se hizo en el viejo galpón de la Sociedad Española, con una fiesta popular donde cosechó todo el cariño que había sembrado como médico de pueblo.
El 9 de mayo de 1967 René Favaloro operó a una paciente con una técnica acuñada por él, el bypass, que significó un aporte sustancial en la historia de la cardiología mundial. Después de permanecer casi diez años en los Estados Unidos regresó en junio del 71, como médico altamente especializado, con la idea de crear en nuestro país un centro de excelencia similar a la Cleveland Clinic. Cuatro años después inauguró la Fundación Favaloro, una clínica que, al mismo tiempo es un centro de capacitación para profesionales del mundo entero.
Estaba convencido que cuanto más destacada sea una posición individual más grande será el compromiso social que debe tenerse. En sus últimos años, René Favaloro tenía en su mesa de luz un libro que consideraba fundamental para comprender la historia contemporánea: Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano. Por su parte, el escritor uruguayo recordaba que, cuando se enteró de la situación de quiebra de la fundación de René Favaloro, le preguntó a este por qué no recurría a los “ricos muy ricos”, que podrían deducir lo que aportaran de sus impuestos. Favaloro le contestó: “Sería una buena idea si en este país los ricos muy ricos pagaran impuestos”.