cultura

Entrevista a Jorge Goyeneche

Conversamos con el escritor platense a propósito de su libro más reciente Un dios narra, el monólogo de un ser que puede observarlo todo.

Nació en la ciudad de La Plata hace 72 años, ha escrito numerosas novelas (entre otras, Toda la delantera en orsay, Almirante de sal y Que algo quedará), cuentos, obras de teatro, hizo periodismo radial, y fue colaborador de la mítica revista Humor. Recibió el premio provincial Almafuerte por su trayectoria como escritor, y, al año siguiente, el Premio Municipal. Acaba de aparecer Un dios narra, un libro que nos inspiró algunas preguntas.

—¿Cómo es ese dios que monologa en el libro?

—El monólogo es propio de quien es desoído o mal interpretado. Las personas le atribuyen poderes que no tiene, incluso suponen que todo lo ve y es ciego. En realidad no es un dios sino otra clase de ser, o mejor decir ente, porque simplemente existe, no vive. No tiene cuerpo, barba, ojos, percibe lo que hablan y hacen los humanos a través de una suma de sentidos. Mientras nosotros vivimos una vida en el decurso del tiempo, él tiene conocimiento de todos nuestros posibles. Ve a alguien nadando en un río, pescando, ahogándose, todo a la vez, aunque para esa persona solamente ocurra una cosa de tantas.

—¿Por qué este dios siente necesidad de narrar?

—Tiene la necesidad de comunicarse. Narrar requiere el paso del tiempo y este ser extraño de mi relato no es eterno como cualquier dios, sino que tiene un ritmo más lento que lo hace imperceptible para el vértigo de los humanos y además un ciclo vital mucho más extenso. Todos tenemos necesidad de narrar, incluso cuando estamos solos o aislados, por qué no este ser.

—¿Cuándo se te reveló dios como idea de libro?

— El punto de vista siempre es una preocupación de los narradores. Simplemente se me ocurrió un día la pregunta ¿cómo puede narrar un dios? Tenemos el narrador testigo, el narrador omnisciente, la segunda persona, el narrador coral como en el “Otoño del patriarca” (esa gran novela de García Márquez), etc. pero un ser que todo lo ve, que ve el futuro y a la vez las distintas vidas posibles de cada uno de los sujetos que habitan su campo, no es solo un narrador omnisciente. Desde el punto de vista creativo, generalmente mis novelas nacen casi como un haiku o un par de versos, que me dan vueltas durante mucho tiempo y finalmente comienzan a adquirir el formato de novela que es en el que me encuentro más cómodo.

—El libro puede leerse como un largo poema en prosa. ¿Cómo es la relación que tienen en tu escritura la prosa y la poesía?

—Sí, esta novelita y la anterior Final de obra (ambas publicadas en Huesos de Jibia) tienen algo de poema en prosa. Escribí poesía cuando era muy joven, pero después de mi primera novela dejé la lírica. Llevo doce novelas y podría decir que en la mayoría de los casos hay un ritmo próximo a la poesía, como si se tratara de modernos poemas épicos. Epopeyas pequeñas, casi de vida cotidiana, como ocurre con Final de obra donde un novelista casi poeta construye con sus propias manos su casa, las bases, las paredes, el techo. Me interesa especialmente, además de la trama, que el relato largo o breve tenga su música, su melodía.

—¿Cómo es tu relación con la fe?

—En cuanto a la fe, pasé por todos los estados. Tuve época de creyente en mi juventud y un poco más. Después el anticlericalismo y las desgracias personales me fueron alejando aunque todavía con dudas y derivé al agnosticismo. O sea, dejé una puerta entreabierta. Pero el correr de los años me convirtió en completo ateo. Creo que todo es física y química, que cuando morimos nuestra energía es devuelta al universo para que se mezcle con el resto de átomos que forman el todo. Sin embargo, por otra parte, mi formación en un colegio salesiano dejó su huella en la percepción que tengo de la vida en comunidad, el valor de la mano extendida y la caricia (para simplificar la explicación). Soy optimista cuando trato a las personas de a una, en pequeñas reuniones. Los grupos numerosos en cambio suelen estimular lo peor de cada uno. Sean hinchadas o círculos de algo o grupos vecinales de Whatsapp.

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