CULTURA
Entrevista a Mauricio Kartun
Acaba de estrenar una nueva obra teatral y está próximo a visitar nuestra región con un espectáculo compartido con el Tata Cedrón.
Baco polaco es el título de su más reciente creación teatral, inspirada en una tragedia griega reubicada en la pampa y con un lenguaje reconocible en la actualidad. Los textos de Mauricio Kartun garantizan un disfrute inagotable por las muchas capas de sus sentidos, los aciertos gramaticales e ideológicos, y un humor que todo lo atraviesa. Este gran dramaturgo estará actuando en City Bell, el viernes 31 de octubre, junto al legendario Tata Cedrón.
—La mayoría de tus obras tiene ncomo disparador algún elemento de la realidad, alguna observación casual. ¿La idea de Baco Polaco también nació de esa forma?
—No, fue un hecho azaroso y feliz como siempre que termina en algo que se redondea. Hace muchos años, con el elenco de La Madonnita -la primera obra que dirigí-, teníamos ganas de continuar trabajando juntos y apareció un festival de teatro griego que organizaba el Konex. Entonces el elenco, en una de esas cenas optimistas que uno suele tener, donde tomás vino y uno se motiva en organizar proyectos - esa cosa clásica del entusiasmo alcohólico-; me dijeron que por qué no escribía algo para ese festival. Encontré un libro que se llama El manjar de los dioses. Un libro sobre tragedia griega de un polaco llamado Jan Kott, que para mí es el gran iluminador, y leyendo ese libro encontré referencias a las Bacantes. Busqué la obra, la leí y me entusiasmé más todavía, y empecé a encontrar cómo hacer una conversión de norma de aquel relato a los universos que a mí me gustan.
—¿A partir de qué elementos imaginaste esa conversión?
—Un pueblito de La Pampa en los años 30, y personajes que a mí me gustan y que ya había encarado como los vitroleras, esas chicas que ponían música en los café de caballeros. Todo imaginado para estos actores con los que yo estaba trabajando. Lo cierto es que aquel proyecto quedó en los vahos alcohólicos y en mi cabeza. Los vahos se diluyeron, mi cabeza siguió dando vueltas y terminó en este texto.
Uno de los grandes méritos que tiene la obra es haber dado con un idioma propio, cercano al de los espectadores.
La verdad que yo siempre he hecho esto. No pienso en términos de adaptación teatral, sino más bien tomar algo del mito original - especialmente el mito de las Bacantes y de Dionisio- y con eso construir. Lo del lenguaje, naturalmente, tiene que ver con aquello que uno maneja, sabe hacer o te sale. En este caso hubo suerte, tomé efectivamente ese lenguaje del universo de los pueblos de La Pampa de los años treinta y salió.
Poder tomar un texto muy antiguo y revisitarlo en la actualidad, encontrando miga en ellos, es casi la definición de un clásico.
A veces perdemos de vista que aquello que nosotros llamamos clásico no suele ser otra cosa que el soporte literario, a veces dramatúrgico, de un mito. Si se vuelven clásicos es porque contienen un relato que de alguna manera está haciendo señas desesperadas para no ahogarse, para seguir flotando, para que alguien pueda seguir agarrándose a ese objeto, que es lo que hacemos con los relatos. Perdemos de vista a veces que una de las grandes inteligencias humanas es la inteligencia narrativa, la capacidad de hacernos entender por relatos que de alguna manera nos sintonizan. Una de las grandes virtudes de la sociedad es la de poder sintonizarse y sincronizarse; ponerse al mismo tiempo y sonar en la misma nota.
—¿Cómo se consigue?
—¿Cómo hacés con una guitarra? Hacés sonar un diapasón que marca una nota y te afinas con ella. ¿Cómo se afinan las sociedades? Haciendo sonar una obra de arte, en este caso un relato o mito que de alguna manera nos sintoniza. Todos alrededor de él encontramos algo.
Pueden encontrarse correspondencias entre Baco polaco y la realidad argentina actual.
Se trata de un personaje escrito hace mucho tiempo pero que tiende a ser universal y eterno: el chico dañado, humillado, que no puede sobreponerse y encuentra en la posibilidad de humillar a otros una especie de continuidad trágica de ese bullyng, continuidad trágica del odio; el odio generado en uno por otro, y de alguna manera condenando a alguien a repetirlo. Cuando uno lo ve en la realidad cotidiana es doloroso, cuando lo ve en una realidad político social es siniestro.
