Cultura

Floreal Gorini, el abanderado del cooperativismo

Este hombre de la política pasó parte de su niñez en Berisso, y mantuvo a lo largo de su vida la idea de que solo la solidaridad social permitirá al país salir adelante.

Para él, la patria no conoce fronteras: es una tierra sin blindaje, inabarcable. Trabajador infatigable, dejó como legado el sueño de acabar con los viejos modelos de sociedad, pensando de otro modo e interpretando con mayor lucidez las circunstancias que nos rodean. Sostuvo que la lucha contra la frivolidad y la corrupción no bastaba, pues la falta de ética no radica solamente en que “se mete mano en los fondos fiscales o en que vivimos en el reino de las coimas”. En cambio, reclamó un cambio profundo apoyado en una cultura solidaria: la construcción de un nuevo consenso social. Tras el estandarte de Floreal Gorini se encendieron las voces de tantos otros que, como él, se habían apartado del recorrido señalado por su tiempo.

Nació el 15 de octubre de 1922 en el barrio porteño de Villa Crespo, en el seno de una familia de militantes comprometidos con la transformación social. Por entonces, aquellas personas que desafiaban el orden eran seres tan extraños como incomprendidos. A los 21 años, Floreal entró a trabajar en una fábrica de sombreros y llegó a ser nombrado como segundo jefe del sector de tintorería. No obstante, dos años después fue despedido por participar de su primera huelga. Lejos de cejar en sus convicciones, creció en él una sólida misión que le dio sentido a su existencia: hacer realidad los ideales de una sociedad justa.

Desde 1945, desarrolló una inten­sa actividad sindical. Asimismo, como funcionario del Banco Industrial, Gorini formó parte del gremio y participó de la huelga bancaria de 1958. Cuando finalizó, fue cesanteado y asumió como presidente del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC), que surgió de la necesidad de obrar en conjunto en defensa del cooperativismo.

En un reportaje que le hizo la revista Acción en septiembre de 1997, Gorini afirmó: “El modelo funciona muy bien para los intereses del privilegio (...). Nos decían que había que hacer crecer la torta, pero la torta crece y cada vez hay más pobreza”. En ese sentido, también fue un irredento adversario de la llamada “teoría del derrame” –que tantos cultores mediáticos tiene–, según la cual hay que dejar que los de arriba acumulen para que después caigan hilitos de la abundancia sobrante.

Según Gorini, el modelo sustentado en la apertura económica, libre entrada de mercancías y movimiento de capitales conspira contra el desa­rrollo nacional. Por ese motivo, si no se modifica el funcionamiento económico, no se podrá restablecer el crecimiento de las pymes ni de las economías regionales. No obstante, decía: “No hay que pensar en la devaluación como solución, eso sería un error; la devaluación fue siempre en perjuicio de los sectores populares”. Al tiempo que la desocupación tampoco puede resolverse bajo ese esque­ma, porque es una de las variantes de su desarrollo. En cambio, insistía en la necesidad de empezar por un nuevo régimen impositivo, con la redistribución del presupuesto.

Vivir con dignidad

Gorini creía que para cualquier proyecto político hace falta consenso de la gente y que no alcanza con unirse solo para presentarse a elecciones, sino llegar a la conciencia del pueblo. En 1993, ­Floreal se presentó por primera vez como candidato a diputado por la lista del Frepaso, que integraba el Partido Comunista. En uno de sus últimos discursos, afirmó: “Nuestro movimiento está lleno de personas de coraje y voluntad transformadora, generados por el ideal de un mundo mejor, que luchan por su concreción. ¡En esa lucha se nos va la vida, pero es una linda forma de vivir con dignidad!”.

Murió el 3 de octubre de 2004, pero su pensamiento sigue luminosamente contribuyendo significativamente a interpretar la Argentina de hoy.

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