Hipatia: la piedra del desierto egipcio que llegó desde una supernova

Nuevos análisis químicos indican que podría ser la primera evidencia tangible en la Tierra de la explosión de una estrella.

De acuerdo a un nuevo estudio de investigadores de la Universidad de Johannesburgo (Sudáfrica), una piedra hallada en el desierto egipcio podría ser la primera evidencia tangible en la Tierra de una explosión de supernova tipo Ia.

Las supernovas son explosiones de estrellas. Las hay de varias categorías, pero una de las más extrañas es precisamente la llamada tipo Ia. En dicha especie, una gigante roja moribunda colapsa y se convierte en una enana blanca muy densa. Estas estrellas suelen ser bastante estables, salvo en raras ocasiones: si se encuentran con otra, la “engullen” hasta que se vuelven tan pesadas, calientes e inestables que explotan en uno de los fenómenos conocidos más potentes del universo.

Tal como se cuenta en el artículo publicado en la revista Icarus, Jan Kramers, Georgy Belyanin y Hartmut Winkler llevan casi una década estudiando la roca Hipatia, un guijarro descubierto a mediados de los 90 que, se sospecha, cayó a la Tierra hace unos 28 millones de años. “En cierto sentido, podríamos decir que hemos capturado una explosión de supernova Ia en el acto, porque los átomos de gas de la explosión quedaron atrapados en la nube de polvo circundante, que eventualmente formó el cuerpo principal de Hipatia”, señaló Kramers.

Una enorme “burbuja” de esta mezcla de polvo y átomos de gas de la supernova nunca interactuaron con otras nubes de polvo. Así pasaron millones de años, en los que esto finalmente se convirtió en un cuerpo sólido, en algún momento de las primeras etapas de la formación de nuestro Sistema Solar. Este proceso probablemente ocurrió en una parte exterior fría y mucho más “tranquila” de nuestro vecindario cósmico, posiblemente en la nube de Oort o en el cinturón de Kuiper.

La gran pregunta es: ¿cómo terminó este fragmento en la Tierra? Los autores creen que, en algún momento, su trayectoria se fijó hacia nuestro planeta, donde el calor de entrada en la atmósfera terrestre, combinado seguramente con el impacto, destrozó la roca madre, sembrando de fragmentos con “microdiamantes” el de­sierto del suroeste de Egipto.

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