cultura

Historia del bolero

Hace casi dos siglos, un cubano sin formación musical hizo suya la tradición negra, la mixturó con la música española y así nació un género que se bailaba “boleado”.

Es una de las músicas más populares del mundo. La que lleva al abrazo, a la penumbra, a la pasión. En el bolero abundan los desengaños y las promesas de amor. Cuba y México se disputaron la paternidad del género, pero finalmente la controversia parece haber quedado zanjada a favor del primero, al ponerse nombre y apellido a su creador: José “Pepe” Sanchez, el autor del primer bolero de la historia, Tristezas.

José Vivanco Sánchez Hecheverría nació en Santiago de Cuba el 19 de marzo de 1856. De oficio costurero y cantor de vocación, encontró darle una vuelta a la música española que se cantaba en su casa de infancia y que tanta popularidad tenía en la Cuba de entonces. Una música que había llegado con el fandango, las tiranas y otras danzas peninsulares. Al enamoradizo Pepe Sánchez se le ocurrió un baile que se basara en un abrazo que girara en redondo, como “boleado”, por tanto aguardiente de caña. Con esa excusa, nació el bolero.

La sucesión de cubanos que dieron cuerpo al bolero es interminable. Antonio Machín, con canciones como Angelitos negros, Dos gardenias, Corazón loco o Toda una vida, llevó el género a su cúspide. Ernesto Lecuona y Miguel Matamoros son otros dos exponentes cubanos que lograron aunar popularidad con excelencia. A Miguel Matamoros pertenece una gema, Lágrimas negras, que alcanzó enorme popularidad en la voz de Diego el Cigala: “Aunque tú me has dejado en el abandono / Aunque tú has muerto todas mis ilusiones / En vez de maldecirte con justo encono / En mis sueños te colmo de bendiciones / Sufro la inmensa pena de tu extravío / Siento el dolor profundo de tu falsía y lloro sin que sepas que el llanto mío / Tiene lágrimas negras como mi vida”.

La música se fue enriqueciendo con la rítmica aportada por los instrumentos que los negros habían traído de Africa. En Europa comenzó a escucharse en los grandes salones; en nuestro país empezó por escucharse en los albergues transitorios.

César Portillo de la Luz, el cubano que compuso joyas como Contigo en la distancia, Noche cubana y Sabrosón, dijo: “El bolero es la expresión de la vida sentimental del ser humano. No existe nada más extraordinario que lo común porque es lo más universal. Y el sentimiento amoroso, dichoso o desdichado, es universal”. Es esa universalidad del amor cifrada en el bolero lo que llevó a decir a Gabriel García Márquez que hubiera dado su vida porque sus obras literarias pudieran cantarse como un bolero.

Puede ser solo con un piano, un trío de guitarra o una gran orquesta tropical, el bolero florece en cualquier terreno y hace que quien lo baile tenga una irresistible propensión al beso. Nuestro país fue de una gran fertilidad para el género, como lo demuestran los nombres de Roberto Yanés, Mario Clavell, Daniel Riolobos, Chico Novarro, Estela Raval y Los 5 Latinos, entre otros. Uno de los responsables de la introducción del bolero en nuestro país, en los años 30, fue el mexicano Pedro Vargas, uno de los mayores intérpretes de Agustín Lara, quien era indistintamente llamado “El Ruiseñor de las Américas” o “El Samurái de la Canción”.

Los mayores creadores del género son cubanos y mexicanos, pero eso no implica desconocer que, a lo largo y a lo ancho del continente, hubo grandes boleristas. El chileno Lucho Gatica fue llamado “El Rey del Bolero”. Su versión de Piel canela, del puertorriqueño Bobby Capó, llegó a encabezar el ranking de discos más vendidos en Latinoamérica. El ecuatoriano Julio Jamarillo grabó cerca de 1.800 temas románticos, siendo el más conocido Nuestro juramento.

El bolero trascendió las fronteras de Latinoamérica y se convirtió en un terreno en el que incursionaron cantantes como el norteamericano Nat King Cole, Diana Krall y los Beatles —estos dos últimos intérpretes ­grabaron su propia versión de Bésame mucho—. La clave del éxito que ha tenido este género la ha dado Armando Manzanero, al decir: “El bolero es la historia que vivimos todos los días en pareja, que tarde o temprano, en un momento de la vida, nos toca vivir. Puede ser una historia nostálgica, una historia alegre, pero siempre es la historia de dos personas, es su historia cotidiana”.

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