cultura

Ingmar Bergman, un mito lleno de secretos

El director sueco hizo más de cuarenta películas que le valieron la admiración de públicos del mundo entero. Su vida está llena de datos asombrosos.

Decía ser esencialmente un hombre de teatro: “El teatro es mi mujer y el cine, mi amante”. Sin embargo, es recordado por la relación con su amante que cuajó en algunas de las mayores películas del siglo veinte: El séptimo sello, Fanny y Alexander y Sonata de otoño, entre otras.

Nació el 14 de julio de 1918, en Upsala, Suecia. Sus padres eran primos segundos –Erik Bergman, un clérigo de origen humilde, y Karin Akerblom, hija de una familia acomodada–, se crió en un hogar protestante con rígidas valoraciones sobre el bien y el mal: “Casi toda nuestra educación estuvo basada en conceptos como pecado, confesión, castigo, perdón y misericordia, factores concretos en las relaciones entre padres e hijos y con Dios. Los castigos eran algo completamente natural, algo que jamás se cuestionaba. A veces eran rápidos y sencillos como bofetadas y azotes en el trasero, pero también podían adoptar formas muy sofisticadas, perfeccionadas a lo largo de generaciones”. De niño se rebeló contra esa visión simplificada de lo justo y lo injusto impuesta por su padre luterano y llegó a creer que el Diablo es quien ejerce el reinado de este mundo. Sospecha que está presente en muchas de sus películas. Ese hijo de un matrimonio mal avenido creció en una casa llena de imágenes religiosas y la lectura de parábolas bíblicas que su padre publicaba en ediciones rústicas, fueron constituyendo ese imaginario que hoy reconocemos como una marca personalísima de su estilo.

Se licenció en Letras e Historia del Arte; en los años de la Segunda Guerra Mundial se desempeñó como ayudante de dirección del Teatro de la Opera Real de Estocolmo. En 1941 se le presentó la oportunidad de escribir su primer guión cinematográfico, basado en un cuento propio: Tortura. El éxito internacional de la película le permitió lanzarse a la aventura de dirigir sus propias películas, siendo la primera de ellas Crisis. Curiosamente, el éxito de Bergman se inició en países periféricos como Argentina, antes que su reconocimiento se extendiera a escala mundial. Uno de sus primeros premios fue en el Festival Internacional de Cine de Punta del Este con la película Sommarlek. La crítica cinematográfica argentina de la época remarcó la enorme calidad de Bergman años antes de que recibiera la consagración europea.

Su hermano, Dag Bergman, fue uno de los fundadores del partido nazi de Suecia y participó de la guerra de Finlandia. Luego de sufrir poliomielitis, verse condenado a una silla de ruedas e intentar suicidarse varias veces, emprendió una carrera diplomática que lo llevó a ejercer cargo de embajador en Grecia y cónsul general en Hong Kong. Su hermana, Karin Bergman, fue novelista.

A los 70 años, Ingmar Bergman escribió su autobiografía La linterna mágica, en la que reveló muchos datos que nunca habían trascendido de su hermética vida privada: sus siete matrimonios, sus ocho hijos, su condición de amante de muchas de sus actrices, su amistad con Charles Chaplin, su infancia desolada, los diarios secretos de su madre que descubrió después de su muerte, sus turbulentas relaciones familiares, el dolor de su hermana obligada a abortar por ser soltera, su personalísima mirada sobre la muerte. En ese libro, Bergman cuenta: “No sabíamos que mamá había tenido una aventura amorosa apasionada, ni que papá sufría depresiones graves... Mamá quiso irse y papá amenazó con matarse. Se reconciliaron y decidieron seguir juntos por el bien de los hijos, como se dijo entonces. Los hijos notamos poco y nada”. Sus memorias serían completadas con Confesiones privadas, un libro que termina de completar la sombría pintura de esa vida que terminaría convirtiéndose en una miniserie y, posteriormente, una película, Las mejores intenciones, dirigida por Bille August y con guión del propio Bergman, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, en 1992. Este genio del cine, que dejó una obra tan poderosa en extensión –llegó a filmar tres películas por año– como en intensidad –sigue siendo considerado uno de los cineastas más profundos de la historia–, murió en su patria a los 89 años.

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