Cultura
Juan Octavio Prenz: un poeta platense muy valorado en Europa
Fue un hombre que sumó varias patrias en su alma y decía que era “yugo-ítalo-argentino”. Autor de varios libros, recibió no pocos premios en el Viejo Continente, pero nunca olvidó su ciudad. El recuerdo de Vicente Battista, codirector de la revista en la que Prenz era colaborador.
Juan Octavio Prenz nació en La Plata, en 1932. Pasó su infancia y adolescencia en Ensenada, en Barrio Campamento, un asentamiento de italianos, yugoslavos, polacos y rusos. En su casa se hablaba el serbocroata –sus padres eran inmigrantes que llegaron a nuestro país desde los restos del Imperio austrohúngaro–, y es en la escuela donde completaría su dominio del español.
Se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras de nuestra ciudad, y de inmediato se dedicó a la docencia en la Universidad Nacional de La Plata. En los años 60 emigró a Europa. Se radicó en la entonces Yugoslavia. En 1967 regresó a Argentina, hasta que la Triple A tornó irrespirable el aire de nuestro país y volvió a irse a Belgrado. Escribió unos quince libros, entre poesía, ensayo y novela, y recibió premios literarios importantes. Murió en Trieste el 14 de noviembre de 2019. Pero en el medio ocurrieron otras cosas que merecen ser contadas.
Tuvo una vida académica muy rica e intensa en Europa, dio clases en distintas facultades y participó de no pocas revistas, sin perder jamás contacto con la vida intelectual argentina. Fue asesor de la editorial Nolit, de Belgrado, integró el consejo de redacción de la revista Equivalencias de Madrid y director de ensayos en la editorial LAR de Buenos Aires. Fue catedrático de Literatura en el Departamento de Hispánicas de la Universidad de Trieste, Italia, en la Universidad de Venecia y en la Universidad de Ljubljana, Eslovenia. Realizó numerosas traducciones, entre otras la obra del poeta serbocroata Vasko Popa, con prólogo de Octavio Paz.
Escribió dos novelas y varios libros de poesía. En 1992, su libro de poemas La Santa Pinta de la Niña María recibió el premio Casa de las Américas de Cuba.
Su última novela, Sólo los árboles tienen raíces, tiene un sesgo autobiográfico y cuenta los avatares de un inmigrante eslavo en Ensenada visto por su nieto.
“Un exquisito cóctel de sarcasmo e ironía”
Vicente Battista, quien en los años 70 fue codirector de la revista Nuevos Aires, en la que Prenz era colaborador, lo recuerda en el siguiente texto, expresamente escrito para esta nota: “Octavio Prenz reunía lo que uno espera de un intelectual, de un pensador, de un escritor sin más vueltas. Su enorme sabiduría y su formidable sentido del humor daban buena cuenta de ello. Aquí, para evitar confusiones, es preciso hacer una aclaración: no estoy hablando de esa buena gente, simpática, que posee la enorme virtud de contar excelentes chistes. El humor de Octavio Prenz iba por otros carriles, era un exquisito cóctel de sarcasmo e ironía, todo sabiamente dosificado. Porque, esencialmente, Prenz era un hombre sabio: bastaba escucharlo hablar de Yugoslavia, de lo que se había logrado en esa sociedad y en ese país condenado a desaparecer, bastaba oír cómo nos leía los versos de los poetas de la llamada Europa Central, serbios, eslovenos, croatas, que él pacientemente había traducido, para comprender hasta dónde llegaba esa sabiduría. Por él supimos los horrores de aquella guerra, él supo contarnos la verdad que los diarios solían disimular.
Personalmente, le debo muchas cosas. Recuerdo los días que pasé con él y con Horacio Salas en la Sorbona, para un congreso acerca del cuento hispanoamericano. Recuerdo que fue él quien me ayudó a ordenar mi libro de cuentos El mundo de los otros, que editó Casa de las Américas, en La Habana. Y sobre todo recuerdo su formidable novela Fábula de Inocencio Honesto, el degollado, en la que despliega toda esa ironía y sarcasmo de la que hablé hace un rato, y recuerdo la inquietante belleza de los poemas reunidos en Habladurías del nuevo mundo. Es importante volver a Octavio Prenz y recuperar a uno de nuestros notables escritores”.