cultura
La bruja de México
Leonora Carrington fue una pintora surrealista inglesa que en la década de 1940 se radicó en México, y que tuvo una vida que inspiró libros y películas.
Leonora Carrington es considerada una de las guras más representativas dentro del movimiento surrealista. Le decían “La diosa blanca” del surreralismo, la “novia del viento” o “la bruja de México”. Estudió arte en Florencia y en Londres. En 1937 conoció a Max Ernst, con quien vivió en París. Con la llegada de la guerra huyó a España y de ahí emigró a los Estados Unidos para después establecerse definitivamente en México, donde cultivó su famosa amistad con la también pintora Remedios Varo. Todos aquellos que la conocieron han escapado a esa trampa solemne que es la lírica necrológica, la de los adjetivos que se agitan como elefantes en jugueterías, porque su muerte se ensanchó hasta el símbolo.
Desde sus comienzos como artista, Carrington sintió que había nacido en el lugar equivocado. Se indignó cuando a sus hermanos varones los mandaron a estudiar y a ella, en cambio, a una academia de modales. Prefería casarse con un caballo antes que con un noble. Solo la calmaba dibujar. Fueron promiscuamente felices junto a Max Ernst (“Hay que ir al campo a visitar a Max: se trajo de Londres a la Alicia de Lewis Carroll”, anunciaba André Breton a sus camaradas surrealistas) hasta que empezó la guerra y los franceses se lo llevaron detenido a un campo de prisioneros.
Leonora creyó enloquecer cuando fue víctima de una violación grupal. Una pareja amiga se la llevó a España para protegerla, pero allí la descubrieron emisarios de su padre y la secuestraron e internaron en una clínica psiquiátrica en Santander. Leonora contó la experiencia en un libro estremecedor titulado Memorias de abajo. Le inyectaban cardiazol para inducirle ataques de epilepsia, el miedo que provocaba el tratamiento era tanto que reemplazaba el síntoma original, según aquellos médicos de terror: eso era curarse según ellos.
El plan de su familia era trasladarla a Portugal y desde ahí enviarla a una clínica de reposo en Sudáfrica, pero en Lisboa Leonora vio por la calle a un amigo de sus tiempos felices en París, el mexicano Renato Leduc, y le pidió ayuda desesperada. Leduc, que era gay y cónsul de México, la llevó a su embajada, se casó allí con ella y consiguió dos lugares en un barco que iba a Nueva York. Recién desembarcada, Leonora se reencontró con Max Ernst, que se había casado con la mecenas Peggy Guggenheim. Pero Leonora ya no quería ser musa de nadie, así que siguió viaje a México con Leduc. Renato le consiguió casa, cuando se separaron en términos amigables. Renato le presentó a Chiqui Weisz y al resto de la colonia de artistas emigrados que serían los amigos de Leonora a partir de entonces, en particular dos mujeres: la española Remedios Varo y la húngara Kati Horna, sus “gemelas psíquicas”. Juntas criaron hijos e intentaron que el surrealismo superara la adolescencia, y después abandonaron el surrealismo y fueron feministas y ecologistas y chamánicas sin pudor en un mundo que rebalsaba testosterona.
“Pinto con el bebé alzado y el pincel en la otra mano”, le escribió Leonora a su colega Leonor Fini. En 1968, después de apoyar a los estudiantes que serían víctimas en la matanza de Tlatelolco, debió escapar antes de que la metieran presa. Se subió a un avión y desembocó en Chicago.
“Soy una vieja dama que ha vivido y cambiado mucho. Si mi vida vale algo es el resultado del tiempo”, dijo cuando cumplió 90 años. Durante su vida en México, creó un enorme cuerpo de trabajo artístico, con cientos de maravillosas pinturas, esculturas y donde escribió sus libros más importantes. Salvador Dalí la destacó “como la artista femenina más importante de nuestro tiempo”. Murió a los 94 años el 29 de mayo de 2011 en la Ciudad de México.