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La emperatriz que cambió la fisonomía de Rusia

Isabel Petrovna fue un personaje curioso que amaba la belleza, la educación, la moda, y que transformó a su patria en muchos aspectos.

De una belleza incomparable, excelente bailarina y amazona, y con una inteligencia superior, Isabel fue apartada del trono a la muerte de Pedro II y vivió bajo la amenaza de Ana Ivavnova “la sanguinaria” y de sus favoritos alemanes. Los proyectos de casarla con Luis XVI, y luego con otros príncipes franceses, fracasaron, por lo que renunció al matrimonio. No obstante, tuvo numerosísimos amantes, siendo el primero de ellos un sargento de la Guardia real. Como zarina desplegó en el gobierno las cualidades de realismo y de vigor que heredó de sus ancestros más notables.

Sus biógrafos afirman que conjugaba en su persona los dos extremos característicos de los monarcas del siglo XVIII: por un lado su afán de convertir a Rusia en una potencia hegemónica y, por otro, el gusto extremo por la ostentación y la opulencia. Además en el caso de la emperatriz Isabel, pese a morir soltera y sin descendencia, se añade una vida sentimental especialmente azarosa.

"La zarevna Isabel Petrovna habla más alemán que ruso", escribió en 1713 Natalia Alekséievna, hermana de Pedro el Grande y tía de Isabel. La pequeña Isabel aprendió el alfabeto alemán a los tres años, a los cuatro ya hablaba alemán con parientes, invitados y sirvientes. A los doce ya conocía bien el francés, y a los dieciséis lo hablaba como lengua materna; al igual que su padre, Isabel era muy receptiva a todo lo extranjero y quería comunicarse ella misma con embajadores y huéspedes extranjeros.

Al igual que su padre, Isabel prestó gran atención al desarrollo de la educación en Rusia. Bajo su mandato se renovaron los estatutos y el personal de la Academia de Ciencias, se abrió la Universidad de Moscú (1755) y la Academia Imperial de las Artes (1757). La reforma total del sistema educativo ruso, cuyo informe ya había sido preparado y debatido por los más altos dignatarios y la Emperatriz, sólo se vio interrumpida por la muerte de Isabel I en 1761.

Su padre intentó por todos los medios que su hija contrajera matrimonio. Una vez descartado el Rey de Francia como posible marido, se barajaron varios nombres dentro de la corte gala, tales como Duque de Chartes, el embajador Jacques de Campredon o el Duque de Borbón, si bien ninguno llegó a buen puerto. Pedro el Grande moriría de hecho sin haber visto a su querida Isabel unida en matrimonio.

Según una crónica de la época era “rubia, no muy alta, pero de figura esbelta, una cara dulce, una complexión maravillosa, grandes ojos azules y un escote portentoso”—, la suerte no acompañó a la futura Emperatriz. En 1727 se comprometió con Carlos Augusto, hermano del duque Carlos Federico de Holstein-Gottorp, pero éste moriría de forma súbita a los pocos días del anuncio del compromiso.

La Emperatriz inició una profunda renovación del sistema político ruso, reinstaurando el Senado como institución más alta de gobierno. Asimismo, durante el reinado de Isabel, Rusia llevó a cabo una política de expansión territorial, anexionándose una parte de Finlandia. Al mismo tiempo, la Emperatriz daba rienda suelta a sus aficiones, especialmente su obsesión por la moda y sus dotes de anfitriona de fastuosas fiestas. La Emperatriz atesora en este tiempo 15.000 vestidos, 1.000 pares de zapatos y cientos de joyas de valor incalculable. Las crónicas apuntan a que Isabel de Rusia llegaba a cambiarse de atuendo siete veces al día y que los importadores de tejidos estaban obligados a pasar por Palacio antes de poner en venta sus productos. La suntuosidad de la Emperatriz se contagia a toda la Corte. Nunca en Rusia las mujeres y los hombres de la aristocracia habían vestido con tanto lujo. Los embajadores extranjeros describen las fiestas en Palacio como auténticos espectáculos de belleza y boato nunca vistos antes en el continente.

El Día de Navidad de 1761, la emperatriz Isabel fallece. En su capilla ardiente, así lo cuentan los testigos, la Emperatriz aparece “en un espectacular vestido de color plata y una corona de oro sobre su cabeza”. En definitiva, abandonó este mundo con el mismo lujo con el que vivió.

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