cultura
La historia olvidada del fundador de YPF
Enrique Mosconi fue un general atípico, capaz de enfrentarse a los monopolios petroleros y diseñar un proyecto de defensa de la soberanía nacional.
El primer golpe de estado (de la larga serie padecida en nuestra historia) fue el de José Félix Uriburu, se produjo el 6 de septiembre de 1930, y pasó a la historia con esta descripción: “Fue un Golpe con olor a petróleo”. A los pocos días presentó su renuncia, quien desde ocho años antes ejercía la dirección general de YPF, que concebía esa empresa petrolera como un monopolio estatal.
La dictadura que derrocó a Yrigoyen se propuso desmontar lo construido por Mosconi durante ocho años de gestión, quien había enfrentado decididamente a los dos gigantes de la explotación petrolera a escala mundial: la holandobritánica Royal Dutch, y la estadounidense Standard Oil. Fue tan poderosa la estructura industrial alzada por Mosconi, que la destrucción solo fue posible sesenta años después, durante la primera presidencia de Carlos Menem. Y no es que en los años de Uriburu no hubiera embates en tal sentido. La Standard Oil (de John Rockefeller) presionó para conseguir licencias de explotación en Salta merced a un gobierno provincial permeable a sus intereses. Sin posibilidades de destruir a YPF, la estrategia de las corporaciones extranjeras fue lograr la habilitación para participar en la explotación de algunas cuencas petroleras.
Enrique Carlos Alberto Mosconi nació en Buenos Aires el 21 de febrero de 1887. A los 14 años ingresó al Colegio Militar y se graduó de subteniente de infantería, tres años después. En 1903 se graduó en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales como ingeniero civil. Como director del servicio de Aeronáutica del Ejército, en 1922, irritado por la prepotencia de la West India Oil Co. (filial de la Standard Oil), llegó a una decisión: “Allí, en el mismo escritorio, me propuse, juramentándome conmigo mismo, cooperar por todos los medios legales a romper los trusts. Designado director general de YPF el 19 de octubre de 1922, realicé tal propósito siete años después, para bien y progreso de nuestra Patria y mayor ventaja de sus habitantes”.
Marcelo T. de Alvear lo designó al frente de YPF, y su objetivo fue armar una empresa sólida, capaz de tomar la dirección de nuestro mercado de consumo, llevando los precios a un nivel conveniente y equitativo para los intereses nacionales, y arrastrar a la baja a todas las firmas importadoras. En 1926, arribó a esta conclusión: “Se opina comúnmente que el Estado es mal administrador. Pero el juicio es exacto cuando el Gobierno no traza ni mantiene normas de buena administración”. Mosconi envió técnicos a especializarse en materia petrolera a los Estados Unidos, México, Venezuela y Europa. En 1928 crearía el Instituto de Petróleo en la Universidad de Buenos Aires, para formar técnicos argentinos aptos “que nos libren de la declamación, más o menos patriótica”.
Mosconi abogaba por una ley para nacionalizar los yacimientos, que fuera “una valla infranqueable a los avances de empresas que, como la Standard Oil Co. en el norte, inicia y consolida sus conocidos sistemas de penetración y amenaza perturbar nuestro futuro económico y, por consecuencia, nuestra situación política”. Durante el gobierno de Yrigoyen se inició su tratamiento legislativo, que sería abortado con el golpe de estado de Uriburu. Para Mosconi el petróleo tiene una importancia fundamental e irreemplazable en el crecimiento y progreso de la Nación, por lo que, cuanto más sometidos a la fiscalización del Estado estén los grandes sindicatos o trusts que explotan en el país el combustible líquido, más conveniente sería para la tranquilidad económica y política del país.
La conclusión a la que arribó acerca de la riqueza de nuestro subsuelo tendría que ser urgente materia de reflexión en estos días: “Considero que una política de conservación de nuestro petróleo sólo puede realizarse con éxito sobre la base de la nacionalización de los yacimientos del país, política que alejaría para siempre el peligro de dependencias extrañas, asegurando para nuestras instituciones fundamentales de la defensa nacional y de la vida económica de nuestra patria, el petróleo, combustible irreemplazable hasta ahora.”