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La increíble vida de la filósofa que se convirtió en carmelita descalza

Edith Stein prometía ser una de las grandes mentes filosóficas del siglo XX.

Edith Stein nació en Breslau –actual Polonia– el 12 de octubre de 1891. Fue la última de once hermanos de una familia judía devota. Fue una estudiante sobresaliente de filosofía, a quien el fundador de la fenomenología, Edmund Husserl, eligió como ayudante de cátedra en la Universidad de Friburgo, calificándola como la mejor discípula que tuvo. A los 24 años, Edith Stein obtuvo su doctorado con el grado de summa cum laude con su tesis Sobre el problema de la empatía. 

Se enroló como voluntaria en la Primera Guerra Mundial, para servir como enfermera. Al finalizar la contienda recibió la medalla de valor por la abnegación en sus servicios.

Al regreso, retomó sus estudios filosóficos, pero la guerra había abierto una dimensión en su espíritu, una marea que anegó sus antiguas certezas y que se canalizó en una sorprendente conversión al catolicismo. Dejó la docencia en la Facultad de Filosofía y se dedicó a dar clases de alemán en el Colegio de las Hermanas Dominicas en Speyer. Luego, llevaría su conversión más lejos aún: entraría como carmelita descalza al Convento de Colonia –Alemania–. En ese retiro del mundo, escribió la que se considera su obra cumbre: La Finitud y el Ser.

Su sincera conversión al catolicismo no fue suficiente para borrar su origen judío, según la lupa racista del nazismo que la arrancó del convento. Fue puesta en prisión en Holanda y deportada a Auschwitz, donde murió en una cámara de gas el 9 de agosto de 1942. En 1987 fue beatificada por la Iglesia Católica.

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