cultura
La insólita historia del porteño que escribió el himno de Humahuaca
Edmundo Zaldívar fue un músico de Buenos Aires que compuso el carnavalito El humahuaqueño sin haber estado nunca en el lugar.
Edmundo Zaldívar era guitarrista de la orquesta típica Los Indios, que dirigía el pianista Ricardo Tanturi y que saltaría a la popularidad cuando incorporara a Alberto Castillo como cantor. Zaldívar compuso El Humahuaqueño en 1941, mientras iba en tranvía a su trabajo. Vivía en la Ciudad de Buenos Aires, en Tucumán y Reconquista y tomaba regularmente el tranvía 99 hasta Radio El Mundo donde era guitarrista estable. Con el ruido del freno y el traqueteo le apareció la melodía. Edmundo Zaldívar no había estado nunca en Humahuaca ni lo estaría en sus 61 años de vida.
Su carnavalito fue un éxito inmediato. Se ha grabado en todo el mundo. En Francia ha tenido más de doscientas versiones y en Alemania (conocida como Blumenfest in Perú), cerca de cien. La han grabado desde Roberto Carlos a King Africa. Hay versiones sinfónicas, remixadas, raperas y hasta en japonés. Es la música argentina más difundida en todo el mundo y el himno para el pueblo jujeño, que celebra todos los 7 de febrero el Día del Carnavalito en homenaje al autor.
Edmundo Porteño Zaldívar nació en el barrio de Palermo el 9 de octubre de 1917. En la casa familiar solían reunirse artistas importantes de la época como Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas y algunos pintores. Sus inicios artísticos fuero casi simultáneos a la aparición de la radio. A los siete años ya acompañaba en guitarra a su padre cuando éste tocaba en Radio Cultura, y a los 14 años hizo su primera composición, una zamba titulada Nunca, nunca. Durante más de 20 años fue músico estable de Radio el Mundo, donde tocaba todos los ritmos, folklore, tango y jazz.
Tenía 24 años cuando ingresó a la orquesta de Ricardo Tanturi, que venía de dirigir una orquesta de jazz que tenía como cantor a Juan Carlos Thorry, y que había decidido volcarse al tango. Fue Tanturi quien lo instó a estudiar piano, teoría y armonía. Cuando Radio el Mundo le encomendó la creación de una música que identificara a la radio se le ocurrieron muchas posibilidades sin terminar de decidirse por ninguna. Hasta que en un viaje a tranvía encontró lo que tanto buscaba. Tomó unas notas microscópicas en el boleto que fueron la simiente de lo que pronto se llamaría El humahuaqueño.
En 1955 editó un long play con ocho temas que tenía como canción central esa composición que ya había ganado popularidad antes de ser grabada, pero que con los años llegaría a los rincones más apartados del planeta adquiriendo un éxito de proporciones inusitadas. Su agenda de recitales no le daba una sola semana de tregua, y los reclamos de actuaciones proliferaban tanto en el país como en el exterior.
El éxito y la fortuna en regalías no le hizo perder su vocación docente. Siguió siendo profesor de ritmos en la Escuela Nacional de Danzas y montó su propia academia de música que tuvo sedes en todo el país.
Cuando el mítico dúo formado por Aníbal Trolo y Roberto Grela creció a cuarteto, Edmundo Zaldívar se incorporó tocando el guitarrón, con Kicho Díaz en contrabajo. Hay un disco que sirve de testimonio de lo bien que sonaba ese grupo. En 1965 se estrenó la película Vida nocturna, dirigida por Leo Fleider, con la actuación de Tato Bores, José Marrone y Olinda Bozán. En un tramo del film, se ve a Edmundo Zaldivar acompañando en guitarra a Aníbal Trolio en la interpretación de Palomita blanca.
Cuando Edmundo Rivero abrió las puertas de su célebre tanguería El Viejo Almacén, convocó para su inauguración a dos binomios: Horacio Salgán y Ubaldo De Lío, y a Ciriaco Ortiz con Edmundo Zaldívar. Es muy abultada la lista de los inolvidables artistas que reclamaron su acompañamiento. Por nombrar solo algunos: Charlo, Rosita Quiroga, Margarita Palacios, Antonio Tormo, Nelly Omar y Edmundo Rivero. Era capaz de tocar con idéntica destreza tanto guitarra, charango, arpa, bombo, quena o sikus.
Dejó un vasto repertorio de composiciones que incluyen tanto tango y milonga, como zambas y valses. Pero ninguna de sus obras alcanzó la repercusión universal que tuvo ese carnavalito dedicado a una localidad que lo inspiró, pero que nunca tuvo curiosidad de conocer.