cultura

Los orígenes de la Fiesta del Alcaucil en La Plata

Es una celebración platense tradicional que los quinteros organizan anualmente para jerarquizar uno de los cultivos típicos de la región.

A comienzos de 1970 se organizó en Los Hornos, por primera vez, la Fiesta del Alcaucil. Esta celebración fue orquestada por un grupo de quinteros en procura de jerarquizar la mencionada hortaliza, ya que es una de las principales fuentes de ingreso en las zonas de Arana y Poblet. Los organizadores formaron parte del consorcio pro pavimentación de calle 167, de 66 a 610; y por esta a 137, empalmando con el camino que da a Los Hornos. Los festejos consistían en una cena familiar a llevarse a cabo en las instalaciones del Centro de Fomento de Capital Chica y en su transcurso se elegía la “Reina del Alcaucil”. El beneficio económico de la realización tenía como objeto invertir lo recaudado en la repavimentación del circuito indicado.

Desde entonces, la Municipalidad de La Plata procuró ofrecer una amplia agenda de propuestas culturales y actividades turísticas durante la Fiesta del Alcaucil Hornense; llevando a cabo extensos cronogramas para disfrutar en familia que cuentan con jornadas y eventos para todos los gustos: propuestas gastronómicas, culturales y turísticas en distintos puntos de la ciudad.

El alcaucil es una planta herbácea conocida y apreciada desde la antigüedad, siendo su origen Etiopía y Egipto, difundiéndose hacia Europa Mediterránea y posteriormente, a América. Llegó a nuestro país de la mano de la inmigración italiana en los años 50. Nuestra ciudad es la principal productora de ese cultivo, seguida, de lejos, por General Pueyrredón.

La localidad de Los Hornos surgió como consecuencia de la decisión del gobierno nacional, de crear la ciudad capital de la provincia de Buenos Aires y terminar así grandes discusiones entre capitalinos y provincianos. La Plata fue construida, durante sus primeros años, gracias al aporte inmigratorio, y en este sentido, no difería de las ciudades argentinas más importantes del litoral pampeano. Los primeros habitantes de La Plata fueron los que se asentaron en estas tierras de Los Hornos, ya que por aquella época en la década de los años 1880/1890 se instalaron los Hornos de Ladrillo, con los que se construyó el esqueleto de la gran ciudad (edificios públicos, casas de familias, etc.). Esta radicación de la industria ladrillera, generó que por el uso de la costumbre de su denominación se reconociera la zona como la localidad de Los Hornos. La denominación, nacida de la inspiración popular, alcanzó con el tiempo reconocimiento oficial venciendo a la toponimia catastral. La comunidad creció y el progreso lo reflejó como uno de los barrios más importantes.

La denominación oficial “Villa Unión Nacional” siempre fue conocida como Los Hornos. Una carta catastral de la división de tierras fechada el 13 de febrero de 1883, registra la nominación “Sección C de quintas de Los Hornos”. Este documento fue tomado como acta fundacional por la comisión del Centenario y las autoridades municipales y desde entonces la fecha del aniversario. El 4 de noviembre de 1982, tras el empeño de vecinos e instituciones locales, el gobierno de la provincia de Buenos Aires por decreto N°1502 reconoció oficialmente el nombre de Los Hornos, así como su fecha de fundación.

La población actualmente supera los 100.000 habitantes, hace de la localidad el conglomerado urbano más poblado fuera de la ciudad de La Plata. El 85% de los hornenses vive en el área urbana, que se encuentra comprendida entre las calles 131 a 167 y de las calles 52 a 90, y el otro 15% se encuentra diseminado por la zona rural y zona de quintas.

El alcaucil se convirtió en un producto tradicional de La Plata y alrededores de principios de siglo XX, con los italianos que desembarcaron en Argentina y empezaron a cultivarlo. Las generaciones de familias de horticultores en La Plata, siguen produciendo al día de hoy y difundiendo su cultura. Así se fueron ganando un lugar en las mesas argentinas. Sin embargo, las alcachofas estuvieron al borde de la extinción a principios de la década del 90. Ante los hechos, los productores locales no se rindieron y lograron algo que parecía imposible: produjeron alrededor de 1.000 hectáreas, reconquistaron las mesas y consiguieron la indicación geográfica que garantiza calidad.

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