cultura

Los secretos del lenguaje

Sigue siendo una incógnita para la ciencia determinar cuándo nació el lenguaje humano. Hay hipótesis más convincentes que otras, pero aún no se ha arribado a una certeza definitiva.

Según los investigadores contemporáneos el idioma más antiguo oscila entre el babilonio y el egipcio antiguo. Heródoto contó una célebre anécdota en la que el faraón egipcio Psamético, con el objeto de determinar cuál fue el primer pueblo de la tierra, condujo un experimento que después se imitó muchas veces. Eligió dos bebés recién nacidos de una familia corriente y los entregó a un pastor para que los educara en su granja, con órdenes estrictas de que nadie pronunciara una palabra enfrente de ellos, pero asegurándose que tuvieran todos los cuidados necesarios. Psamético quería descubrir cuáles serían las primeras palabras que dirían esos bebés una vez que dejaran atrás sus balbuceos. El experimento, afirma Heródoto, tuvo éxito. Dos años más tarde, los bebés saludaron al pastor con la palabra becos, que significa pan en frigio. De modo que el faraón llegó a la conclusión de que habían sido los frigios —y no los egipcios— el primer pueblo sobre la tierra.

En el siglo XII, el sacro emperador romano Federico II —siguiendo el ejemplo de Psamético— intentó establecer cuál había sido el primer lenguaje natural de los humanos. Ordenó a un grupo de nodrizas que amamantaran a los niños a su cargo, pero sin hablarles, para descubrir si las primeras palabras de esos bebés serían en hebreo, griego, latín o árabe, o en el idioma de sus padres biológicos. El experimento fracasó porque los niños murieron.

En su libro Despertares, Oliver Sacks describió la situación de un paciente de 46 años a quien llamó Leonard L., víctima de una epidemia de la enfermedad del sueño, que se extendió por los Estados Unidos a mediados de 1920. En 1966, el año en que Sacks lo conoció en el hospital Mount Carmel de Nueva York, Leonard había perdido por completo el habla y la capacidad de realizar movimientos voluntarios, salvo unos muy limitados movimientos con la mano derecha. Con ellos podía deletrear mensajes en un pequeño tablero. Leonard era un lector ávido, aunque necesitaba que otra persona le pasara las páginas de los libros. Al final de su primer encuentro, Sacks le preguntó cómo se sentía siendo así y con qué lo compararía. Leonard le deletreó: “Encerrado. Privado. Como La pantera de Rilke”. El poema de Rilke decía lo siguiente: “Su vista está cansada del desfile de las rejas, /y ya nada retiene./ Las rejas se le hacen innumerables,/ y el mundo se le acaba tras las rejas”.

La noción de un lenguaje primigenio común que se fragmentó en una pluralidad de lenguajes diferentes posee una relación simbólica con las teorías contemporáneas que especulan sobre el origen de nuestra capacidad verbal. La teoría de “primero el gesto” sostiene que la razón por la que los humanos poseen lenguaje es que “el cerebro no está preparado para el lenguaje, en el sentido de que un niño normal puede aprender un lenguaje mientras que los infantes de otras especies no”.

Ninguna de las formas de comunicación de las distintas especies que habitan nuestro planeta tienen la complejidad única del lenguaje humano. En abril de 1917, el escritor Franz Kafka le envió a su amigo Max Brod una compilación de piezas en prosa, entre las que se incluía una que se titulaba Informe para la academia. Consiste en el relato en primera persona de un simio en la Costa de Oro y transformado, mediante un entrenamiento, en algo parecido a un ser humano, que ha pasado de los gestos convencionales —estrechar la mano, por ejemplo— al habla. “¡Ah, sí, cuando hay que aprender se aprende; se aprende cuando se trata de buscar una salida! —explica el simio a los miembros de la Academia— ¡Se aprende de manera despiadada!”. Pero aunque pueda relatar con claridad y precisión los detalles de sus cinco años de educación, de todas maneras sabe que lo que está volcando en palabras no es su experiencia como simio, sino una experiencia traducida a la observación de esa misma experiencia por su personalidad humana. “Solo puedo transmitir lo que entonces sentía como mono con palabras de hombre, y por eso mismo lo desvirtúo”, le dice a su público.

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