Cultura

Martín Caparrós y el cine

Este personaje polifacético con bigote de mosquetero es conocido por sus libros y sus intervenciones públicas, pero también ha hecho cine, trabajando con Pino Solanas y Warren Beatty.

Entró por primera vez a una redacción a los 16 años. Fue en 1973, en el diario Noticias, dirigido por Miguel Bonasso, quien le pidió que colaborara con Rodolfo Walsh en la sección policiales. Desde entonces, Martín Caparrós se desenvolvió en el periodismo gráfico, radial y televisivo. Pero, sobre todo, escribió libros: novelas, crónicas, traducciones. Fue traducido a más de 20 idiomas y ganó varios premios internacionales.

En un momento de su vida pensó que iba a dedicarse al cine. A los 20 años estaba exiliado en París y trabajaba como asistente de Pino Solanas, quien por entonces estaba preparando una película sobre el poeta español Miguel Hernández, que nunca se llevó a cabo. La película iba a ser coproducida con capitales franceses y españoles. Caparrós estaba a cargo de la investigación histórico-literaria y de la traducción de algunos textos al francés. Juntos fueron a ver las posibles locaciones en España. En ese viaje conoció a la viuda y al hijo del poeta que murió en las cárceles franquistas. Josefina Manresa, la viuda de Hernández, se había reservado el derecho de veto sobre el guion. Cuando Fernando Solanas y Caparrós llegaron a Murcia para saber qué le había parecido lo escrito, había tachado todas las escenas en las que había algún acercamiento afectivo entre ella y su esposo. Era una catástrofe, Pino estaba desesperado. Al rato llegó Miguelito, el hijo, con una camisa abierta hasta el ombligo, pantalones de terciopelo bien ajustados, botas negras con puntera de metal, algunas cadenitas sobre el pecho lampiño y el pelo engominado. Entró a la casa quejándose de que había tenido que dejar el Jaguar en el mecánico. Rápidamente se llevó a Pino a un costado y le dijo que no le diera bolilla a la vieja. “Tú pon muchas tías en pelotas para que vaya gente al cine”, le aconsejó. Ante ese cuadro, la productora española se abrió del proyecto.

Ese episodio lo hizo vacilar a Caparrós sobre su vocación de director de cine: “Pensé que si Solanas, un cineasta con mucho prestigio, podía sufrir todo eso, a mí me iba a ir mucho peor. La mediación comercial que establece el cine entre el creador y su propia obra me aterró”. En cambio, cobró fuerza la convicción de que nadie le iba a poder impedir tener a mano una resma de papel y una máquina de escribir –en esa época, la computadora era apenas una quimera–. Y se decidió a ser escritor.

Sus crónicas están pensadas en términos de montaje, de composición de escena, cuidadosamente secuenciadas. Muchos de sus libros fueron escritos como si se trataran de guiones, pero aceptando que el desafío de la literatura es hacer lo que el cine no puede: sugerir con las palabras aquello que las imágenes no alcanzan a abarcar en su totalidad. Para eso hay que hacer una literatura que vaya más allá del realismo: “Lo que contaban las novelas realistas del siglo XIX ahora lo cuenta mejor el cine”.

Como actor, participó de extra en Reds, una película de 1981, dirigida, producida, escrita y protagonizada por Warren Beatty. Una superproducción de Hollywood. Vivía por entonces en Madrid, y en un diario vio un aviso en el que pedían gente con aspecto eslavo para la filmación de esa película. Caparrós estaba perdidamente enamorado de Diane Keaton, que en esa época era la mujer de Beatty. Se presentó al casting con la ilusión de poder verla de cerca. No vio a Diane, pero fue elegido. Le tocó hacer de un campesino ruso rico que, en una escena que recreaba el segundo congreso de la Tercera Internacional realizado en Moscú en 1920, tuvo que cantar en italiano.

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