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Microplásticos: las piezas que Argentina busca erradicar y atormentan al mundo

Si bien el país prohibió su uso en el sector de la cosmetología, estas partículas continúan expandiéndose a través de los alimentos en los océanos y el aire, afectando no solo la salud de los seres humanos, sino también a los ecosistemas terrestres.

Sobre el final de un año complicado por la situación sanitaria, Argentina fue protagonista de una reglamentación que, si bien puede pasar desapercibida, forma parte de una estrategia necesaria para reducir el deterioro de la salud humana.

A través de la Ley 27602, nuestro país prohibió la producción, importación y comercialización de cosméticos y elementos de higiene oral que contengan microperlas de plástico añadidas de manera intencional. El objetivo de la normativa es erradicar estas partículas en su totalidad para diciembre de 2022.

Estos microplásticos son materiales sintéticos que están hechos de polímeros derivados del petróleo o de base biológica. Se trata de piezas sólidas de menos de cinco milímetros y no pueden diluirse en agua, por lo que su degradabilidad es demasiado baja.

De esta manera, Argentina se suma a una tendencia que ya transcurre en países como Canadá, China, Francia, la República de Irlanda, India y Reino Unido.

Según explica el artículo, esta medida está dirigida a aquellas preparaciones constituidas por sustancias naturales o sintéticas (o sus mezclas), de uso externo para diversas partes del cuerpo humano: piel, sistema capilar, uñas, labios, órganos genitales externos, dientes y membranas mucosas de la cavidad oral.

Además, alcanza a los productos de higiene oral como pastas, geles, cremas dentales, enjuagues bucales y demás elementos destinados a “higienizar, proteger o mantener en buen estado la cavidad bucal, tejidos blandos y duros”.

Impacto sobre el medioambiente y la salud humana

Tal y como si fueran un virus, los microplásticos se expanden hacia los lugares más recónditos, no sólo de la Tierra, sino también del espacio. Ya sea en el fondo del mar, en la cima del Everest o en la Atmósfera terrestre, la falta de normativas que reglamenten su uso los vuelve incontrolables.

El informe Plastívoros, realizado por la ONG ecologista Amigos de la Tierra, señala que la contaminación microplástica en la superficie es hasta 23 veces mayor que la de los océanos. A su vez, asegura que la industria del plástico contribuye entre un 30 y un 40% a las emisiones de gases de efecto invernadero.

En el último tiempo, la circulación de antibióticos adheridos a microplásticos se convirtió en uno de los mayores desafíos para la salud humana.

El problema de estas partículas es que acaban en diversas cuencas de agua dulce y pueden favorecer la resistencia a los medicamentos; este es uno de los temas prioritarios para la comunidad científica, ya que se estima que para 2050 habrá más muertes relacionadas con bacterias portadoras de genes de resistencia a antibióticos que por cáncer.

En la actualidad, el sector de mayor consumo de plástico es el agroalimentario. Según Amigos de la Tierra, el 25% de las piezas se destina a la producción de comida. Teniendo en cuenta estas cifras, Adriana Espinosa, responsable de Residuos y recursos naturales de la ONG, asegura que “no sirven las falsas soluciones, hay que desplastificar nuestras sociedades y nuestra comida. Para ello hacen falta políticas públicas de todos los niveles que impulsen este camino con decisión”.

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