Cultura
Nélida Piñon, una escritora que se resistió a todas las convenciones
Esta autora de 85 años es la primera mujer que llegó a ser presidenta de la Academia Brasileña de Letras. Sus novelas son una permanente vindicación de la memoria y los sueños
Nélida Piñon es una de las mayores autoras brasileñas. Su extraordinaria obra le ha valido, entre otros reconocimientos, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2005. Pero también su compromiso como escritora la llevó a plantarse frente a las injusticias y las guerras, internándose en la misma fluidez para hablar de lo que sucede en el mundo como para recrear las historias de sus construcciones literarias. Como si desde la ingravidez de lo cotidiano esa mujer pudiese encontrar el epicentro de algo fantástico.
Hija de madre brasileña y de padre gallego, los caminos de su infancia se remontan a la niña de ocho años que leía cada libro que caía en sus manos y que ya empezaba a inventar sobre ellos, imaginándoles, incluso, tramas alternativas. Su abuelo Daniel había cruzado los mares desde Galicia, buscando otra tierra que le abriera posibilidades. Su padre, Lino, iluminado siempre por la lectura, le puso Nélida porque es un anagrama del nombre de su abuelo. Más allá de los datos biográficos, se sabe muy poco de los momentos que van construyendo a una persona, porque hay tantos caminos cruzados que es sumamente difícil no colisionar con el tiempo y el espacio interiores. En ese sentido, Piñon afirmó: “Yo digo que tuve la felicidad de leer todo lo que quería y nunca sufrí censura alguna. Así leí a toda clase de escritores, que considero mis verdaderos maestros”.
Sumergiéndose en los libros y en lo que la imaginación de esa lectora precoz iba poniendo detrás, entendió que no bastaba con tener talento para armar una estructura narrativa. Quizás por esa razón nunca supo explicar de dónde y cómo llegó esta mujer que comenzó a resistirse a todas las formas convencionales que parecían imposibles de retocar. No obstante, en alguna oportunidad, Nélida atribuyó a su versión escritora, con todas las exigencias que se impone, lo que llamó el “estado de perpetua vigilia”, que se fue enriqueciendo con reflexiones, experiencias y sobre todo con algo que es imposible resistir: las seducciones del oficio.
En ese sentido, su propia experiencia consistió en tratar de unir el talento con el trato cotidiano de la palabra, con la emoción –sin vacilaciones– que precisamente es la misma epopeya secreta que filtran las historias. Acuñó una voz propia a la hora de definir las sutilezas, el peso del tiempo y entrelazar espacio y acción: “No es fácil aprender a pensar mientras se está creando, sin que pierda el misterio, la cerradura de los personajes. Siempre digo que no se puede olvidar nunca que la ilusión de cualquier párrafo tiene un objetivo final, que es convencer al cómplice de nuestra odisea de vida que es el lector”.
Su novela más importante se llama Voces del desierto, publicada en 1937. Inspirada en los días de Sherezada, revela los sentimientos de una mujer entregada al arte de enhebrar historias en las que perder el hilo es perder la vida. La autora eligió un mundo que hoy duele intensamente por lo que está sucediendo en todos sus puntos cardinales. Tuvo la intención de entrar muy hondo en el prodigio de una nueva lengua, la árabe. A propósito de su novela, Piñon detalló: “Siempre me gustaron los desiertos. Y estaba esa historia del pasado siglo X en Bagdad, sobre la dinastía de los abásidas. Era un enclave urbano fascinante, rodeado de murallas sólidas, donde se concentraban las miserias y las maravillas, devaneos, pasiones exacerbadas, el saber de la época, el sentido de la aventura”. Y allí nació la perturbadora historia en la que Sherezada, la protagonista, sujeta a ambigüedades y a la tiranía, enfrenta al califa y ella impone una realidad por la que el soberano se apasiona”.
Más allá de la literatura y de lo que la escritora brasileña considera un tiempo de sombras y reverberaciones, una luz de optimismo se refleja en sus palabras. Y aún defiende su convicción última de que “cada lengua encuentra la perfección en la pluma de un creador”.