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¿Por qué nos enamoramos? La ciencia explica los fundamentos biológicos de la atracción romántica

La clave está en la sincronización de los cuerpos: desde la respiración hasta la frecuencia cardiaca.

El amor es el tema universal por excelencia, el objeto de millones de creaciones artísticas y literarias a lo largo de los siglos y un estado (más o menos longevo) en el que todos nos hemos encontrado alguna vez. En las películas, los libros, las canciones (y la vida real), esa conexión entre dos personas puede ser instantánea, sin lugar a las dudas. En otras ocasiones, se trata de un sentimiento que se va horneando con paciencia. Pero, ¿qué hay de biológico en todo esto? ¿Cuál es la explicación científica del amor?

Un nuevo estudio de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel) ha disuelto algunas de las grandes incógnitas del vínculo romántico en un artículo titulado “La sincronía social y no social están interrelacionadas y son románticamente atractivas”. Según publican sus autores en la revista Communications Psychology, la investigación se ha centrado en la sincronía fisiológica (la alineación de las respuestas fisiológicas entre individuos) y su impacto en la percepción y atracción romántica.

La sincronía fisiológica se refiere a la alineación de respuestas fisiológicas entre personas, incluyendo parámetros como frecuencia cardíaca, respiración y conductancia de la piel (el calor y la electricidad que transmiten los nervios y el sudor a través de la piel). Cuando dos personas están fisiológicamente sincronizadas, sus funciones corporales se alinean de manera medible y a menudo ocurren de forma natural durante las interacciones.

La investigación combinó métodos experimentales y observacionales para investigar cómo la sincronía fisiológica influye en el interés romántico. Para ello prepararon un experimento en línea con 144 participantes que demostró que inducir la sincronía entre actores aumentaba significativamente sus índices de atractivo.

Otras investigaciones adicionales en un escenario de citas rápidas en laboratorio con 48 participantes identificaron individuos con una alta propensión natural a sincronizarse tanto en contextos sociales como no sociales, denominados “Súper Sincronizadores”.

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