Ciencia

Reconstruyen el cráneo de un ancestro de los cocodrilos

Utilizaron una herramienta que hasta ahora había sido de uso exclusivo de la Ingeniería para recrear el cráneo del Aetosaurio, un reptil que vivió hace 230 millones de años y se alimentaba de otros animales.

Investigadores del Conicet lograron reconstruir en 3D el cráneo de un primitivo ancestro de los cocodrilos y confirmaron que se alimentaba de otros animales.

Gracias a una herramienta computacional, a partir de una reconstrucción en tres dimensiones del cráneo, la simulación de los mo­vimientos y la fuerza que hacían al comer, los autores concluyeron que esta especie se alimentaba de otros animales y que podía consumir algún material vegetal solo ocasionalmente o por algún motivo en particular.

Los aetosaurios son un grupo de reptiles extintos que habitaron a finales del Triásico, entre 200 y 230 millones de años atrás, caracterizados por tener el cuerpo cubierto por una coraza dorsal flexible compuesta por pequeñas placas óseas articuladas insertas en la piel llamadas os­teodermos.

“Los resultados del modelo digital nos muestran que era capaz de cazar animales medianos o pequeños, del tamaño de un conejo o un cabrito, y que también podía asaltar nidadas de dinosaurios y ser carroñero de especies mucho más grandes”, contaron Julia B. Desojo y Jeremías Taborda, investigadores del Conicet en la Facultad de Ciencias Naturales, el Museo de la Universidad Nacional de La Plata y del Centro de Investigaciones en Ciencias de la Tierra respectivamente. Lo más relevante del estudio tiene que ver con la aplicación de una herramienta de la ingeniería llamada análisis por elementos finitos (FEA, por sus siglas en inglés) a la biomecánica para responder al interrogante sobre los hábitos alimenticios de este primitivo reptil. “Lo que antes se hacía con maquetas a escala, pasó a modelarse en un espacio virtual”, precisó Taborda.

A través de las distintas pruebas mecánicas, los expertos midieron la fuerza de mordida en distintos puntos de la mandíbula: el extremo del hocico, el medio y la parte posterior.

“Esos valores nos aportaron parámetros para pensar qué tipo de materiales podía tomar con la boca: si era capaz de romper huesos o, por el contrario, solo podía sujetar elementos blandos”, recalcaron los científicos.

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