El final de un ciclo de terror

Por Myriam Renée Chávez de Balcedo
Directora del diario Hoy

Esa suerte de realidad alterna en la que parece estar viviendo Cristina Kirchner desde que asumió como presidenta nun-ca se puso tan de manifiesto como ayer, cuando la primera mandataria, violando la veda electoral, hizo uso y abuso de la cadena oficial para difundir innumerables falacias del relato oficial. Y realizar una suerte de defensa ante los graves casos de corrupción y las denuncias sobre narcotráfico que involucran a su gobierno.

Lo que ocurrió sólo puede tener dos explicaciones: o la presidenta está padeciendo algún tipo de patología que afecta seriamente su capacidad de análisis y compresión, o es una persona con un grado de cinismo pocas veces visto. Sólo así puede entenderse como, durante más de una hora, la presidenta pudo decir tantas falacias juntas.

Cristina también montó una puesta en escena en la Casa Rosada, rodeada de lo peor de su gobierno: funcionarios acusados de graves hechos de corrupción que, en caso de vivir en un país con una justicia medianamente independiente, ya estarían con el traje a rayas. Por ejemplo, el inefable Amado Boudou estuvo en primera fila, luciendo una amplia sonrisa y un rostro bronceado, cuando es el primer vicepresidente en la historia democrática de nuestro país que fue procesado en pleno ejercicio de sus funciones. Fue acusado, nada más y nada menos, que de haber querido quedarse con el negocio de la impresión de papel moneda en la Argentina, utilizando testaferros y moviendo todo tipo de influencias. También estuvo presente su cómplice en las maniobras del caso Ciccone, el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, que ayer fue elogiado por Cristina en reiteradas oportunidades. No es para menos dado el manto de protección que le tendió la conducción del organismo recaudador tanto a ella como a su presunto testaferro, el empresario Lázaro Báez.

A pocos metros, se lo vio pavonearse al empresario de medios y flamante precandidato a intendente de Tigre, Sergio Szpolsky, otro protegido de Echegaray que recibe más de 56 millones de dólares anuales de pauta oficial para difundir las mentiras del relato, montando para ello una red de empresas fantasmas, prestanombres y cheques voladores. 

Faltan solo cuatro meses para que la presidenta deje el sillón de Rivadavia, por lo que su gestión comenzará a ser evaluada por la historia. Por eso, así como Raúl Alfonsín, pese a sus errores y contradicciones, finalmente pudo ser reivindicado como un hombre honesto que no se enriqueció en la función pública y que hizo mucho para que en la Argentina pudiera consolidarse el sistema democrático, CFK será recordada como la presidenta que más aumentó su patrimonio. Y que mayor cantidad de manipulaciones realizó en la Justicia para que tanto ella, como su familia y sus principales funcionarios, queden impunes. 

Cristina también será recordada como la mandataria que echó por la borda todas las oportunidades que se le presentaron para que nuestro país saliera del subdesarrollo.  Tanto CFK, como su fallecido marido Néstor Kirchner, tuvieron condiciones internacionales extremadamente favorables, con un mundo demandando masivamente los alimentos que pueden producirse a gran escala en nuestro territorio, algo que no se registraban desde comienzos del siglo pasado.  Pero, en lo que es un caso digno de estudio, el kirchnerismo transformó una oportunidad histórica en una profunda crisis al punto que los productores ganaderos terminaron mandado los vientres al matadero y se cerraron cientos de frigoríficos, dejando miles de trabajadores en la calle; los fruticultores del alto valle de Río Negro todas las semanas tienen que tirar toneladas de manzanas y peras que se pudren al no poder ser comercializadas; y los buques pesqueros están con la bandera de remate al no poder cubrir los costos. Estos episodios  no se registraban desde la crisis de 2001. En definitiva, CFK dejará una Argentina con una recesión que ya lleva dos años, con una inflación que se encuentra entre las más altas del mundo y con miles de compatriotas pasando hambre, cuando nuestro suelo tiene la potencialidad de alimentar a 400 millones de habitantes.

Luego de la mal llamada década ganada, Argentina es un país a merced de los narcotraficantes, quienes hasta fueron incentivados desde el Estado para que se instalen en nuestro territorio. De forma escandalosa, el gobierno K –en otro caso que es digno de estudio, por lo escandaloso- facilitó instrumentos financieros para que se pueda blanquear dinero de origen ilícito y, a su vez, pulverizó el sistema de defensa, convirtiendo las fronteras y los puertos en coladores para el ingreso de los estupefacientes. Por eso, en cada barrio, comprar droga es tan fácil como adquirir golosinas. Tenemos toda una generación de jóvenes argentinos, de distintas clases sociales, con las neuronas quemadas por la cocaína, el paco y las drogas sintéticas, lo que a su vez ha generado una espiral de inseguridad y de violencia que ponen a la Argentina, que era el país socialmente más avanzado de Latinoamérica, en el mismo nivel que las naciones donde los carteles de la droga tienen más poder que el propio Estado.

Suele decirse que toda crisis, al mismo tiempo, representa una oportunidad. Y lo que viene constituye precisamente eso: la posibilidad de que haya un cambio a partir de 10 diciembre. Esto será posible siempre y cuando quienes asuman las riendas del poder tengan la decisión política, y los equipos técnicos adecuados, para emprender las reformas estructurales que requiere un país que tiene todas las condiciones para retomar la senda del crecimiento y del desarrollo. Que así sea.

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