La Plata, ciudad de nadie
La ciudad es víctima de los criminales a diario y se encuentra inmersa en una plaga de delincuencia e inseguridad de la que nadie quiere hacerse cargo.
Con la pandemia, desde Maipú al 2100 llegó la orden de quedarnos en casa. Con el aislamiento social, preventivo y obligatorio como norma, lo lógico hubiera sido que la inseguridad fuera un recuerdo o que, aunque más no sea, hubiera bajado, pero no fue así.
La prueba de ello está en los números de las estadísticas. Estos muestran que la ciudad de La Plata es víctima de los criminales a diario. El ensañamiento con el que se cometen robos y asesinatos ha ido in crescendo a medida que la cuarentena avanza.
Tranquera Berzosa en Los Hornos, Barrio Norte, La Loma y el triángulo que se forma entre las avenidas 60 y 25 y la diagonal 75 parecen ser zonas liberadas en las que los vecinos están desamparados y a merced de los delincuentes. Estos roban, golpean, matan y hacen que los habitantes de esos lugares tomen decisiones drásticas como mudarse y en algunos casos, hasta armarse para enfrentarlos.
Pero no son solo esas las zonas de la capital provincial azotadas por el recrudecimiento de la violencia en la comisión de los delitos. La inseguridad puede palparse en cada barrio y más aún en los que están fuera del casco histórico, donde las autoridades policiales y políticas parecen no registrar los reclamos de sus pobladores. Estos llegan al punto de sentir que viven en lugares donde la ley del más fuerte se impone, y en esa situación, los hampones sacan ventaja.
Y si para muestra basta un botón, alcanza con saber que algunos vecinos de Tranquera Berzosa han decidido armarse ante la vulnerabilidad que sienten frente a la oleada delictiva que los azota y de la que ni la Policía, ni el delegado municipal, ni el propio intendente parecen tomar nota. Otros residentes del mismo barrio decidieron mudarse, luego de ser abordados, golpeados, saqueados y robados, en el sitio al que habían llegado buscando paz y tranquilidad.
El lugar, apartado y tranquilo, a un costado de la ruta 36 y sobre el final de la avenida 60, supo ser una opción para quienes buscaban salir del ruido y la ola delictiva del centro platense, pero en los últimos años se convirtió en un páramo para el crimen. Esto se debe a que su lejanía con el tejido urbano de la capital lo hace ideal para quienes buscan hacerse del fruto del trabajo ajeno, objetivo que logran, ya que según los habitantes, es zona liberada.
La Plata se encuentra inmersa en una plaga de delincuencia e inseguridad de la que nadie quiere hacerse cargo. Los vecinos la enfrentan como pueden, ante la desidia de quienes deberían otorgar soluciones, pero en cambio la convierten en una ciudad de nadie.