La responsabilidad individual como salida de la pandemia

Por Javier García.

En medio de la tormenta y, bajo un ya insostenible aislamiento total, comienza a abrirse de hecho y casi sin control alguno la cuarentena. De esta manera, se agita el dilema de cómo seguir atravesando esta crisis sanitaria, de enorme perjuicio económico y desgaste psicológico para toda la sociedad.

Sin la posibilidad de un control personalizado a través de las fuerzas de seguridad, ni vacuna, tratamiento o solución médica a la vista, sería un buen momento para pensar que el problema podría ser la solución.

Todo indicaría que el gran problema es cómo salir de esta pandemia sin que se produzca un colapso en el sistema sanitario, ni una descontrolada propagación del virus con el temido desenlace de innumerables muertes como resultado.

Situados en el marco de un confuso estado de saturación de información y estadísticas abrumadoras (que no colaboran sino preocupan) sería bueno comenzar por el principio.

La información es la base de todo diagnóstico, la planificación la estructura del objetivo a alcanzar y el resultado los logros obtenidos. Es decir, si la información es escasa, por ser un virus nuevo, la planificación es prácticamente lábil, porque se va ir modificando en función de su propio dinamismo. Queda a las claras, que el único resultado hasta el momento es la falta de conocimiento fehaciente acerca del virus y su posible cura.

Entonces, un buen comienzo podría ser entender y aceptar que en la debilidad nace la fortaleza. Siendo la debilidad el hombre, como trasmisor del virus, como así también la fortaleza, al tener la posibilidad de evitar, controlar y restringir la transmisión del mismo.

Todo indicaría que la educación y responsabilidad moral e individual serían las únicas herramientas y opciones que la Argentina tendría en este momento para vislumbrar una salida de la pandemia. Así, se podría hacer foco en otro de los temas cruciales, como lo es la difícil situación económica que conlleva la misma. Después de un exitoso comienzo en el tránsito de la pandemia, con un prematuro y acertado aislamiento, deberíamos evaluar una vacuna no médica sino moral.

Si nos remontáramos a momentos no tan lejanos y de extrema preocupación, como lo fue el surgimiento del virus del VIH (salvando las distancias entre ambos) recordaremos que el método más eficaz para evitar el contagio fue el gran esfuerzo de concientización que se hizo sobre la gente. O sea, la gran capacitación y educación sexual que se realizó en todo el país. Grandes campañas de educación y prevención del contagio permitieron disminuir y prevenir una mayor propagación del virus.

Es por esto que deberíamos empezar analizar el contexto actual de las libertades y derechos individuales de las personas. Estas, producto de la prolongación del confinamiento obligatorio, han empezado a inquietar y preocupar al conjunto de la sociedad. Debemos realizar una mayor apuesta e inversión en función a la educación, la comprensión, concientización y capacitación de toda la ciudadanía, sobre el valor de la responsabilidad moral e individual que debemos tener para controlar el virus. Cuanto más nos cuidemos, involucremos y respetemos las medidas de prevención y protocolos sanitarios, más rapidamente vamos a dejar de ser vectores del virus, evitando el exponencial contagio y por consiguiente el padecimiento de miles de víctimas fatales en nuestro país.

Al mismo tiempo, entender que somos nosotros mismos el virus y vacuna a la vez existente hasta el momento. Por lo tanto, la conciencia, seriedad, compromiso y responsabilidad con la que abordemos cada uno el tema nos va permitir no solo salvar vidas , sino también nos dará la posibilidad de reactivar la economía en forma escalonada y pausada en todo el territorio argentino.

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