entrevista exclusiva

Edgardo Moreira: “No hay una intención de hacer un documental”

El artista y docente se muestra entusiasmado y ansioso por mostrar finalmente una obra que fue preparada durante varios meses en pandemia y que posee una conexión particular con nuestro presente.

Con un preestreno presencial y online el jueves a las 20 en Fundación Judaica, y un estreno general el sábado a las 20.30 en El Tinglado, de la Ciudad de Buenos Aires, Edgardo Moreira vuelve a los escenarios con El Fixer; la obra escrita por Mario Diament es dirigida por Daniel Marcove y también participa Enrique Dumont.

Para conocer más detalles de esta obra y su mirada sobre el teatro y la pandemia, diario Hoy dialogó con Moreira, figura clave de la ficción.

En El Fixer se narra cómo dos argentinos, que se encuentran por casualidad en Miami, comienzan a dialogar sobre diversos hechos que marcaron a fuego la historia política y social de Argentina.

Uno es un periodista que está de visita en plena pandemia en la ciudad y el otro es un personaje misterioso, “El Hombre”, que se autodefine como un “fixer”, alguien que se dedicó gran parte de su vida a arreglar situaciones particulares. Diament deposita en ambos la tensión necesaria para que el espectáculo crezca y sirva para reflexionar, de alguna manera, sobre nuestro ADN.

—¿Cómo reorganizaste tu trabajo en la pandemia, más allá del teatro?

—Al principio pensamos que iban a ser quince días o un mes y cuando nos dimos cuenta que eso era imposible de determinar, empecé a organizar las clases remotas por Zoom; de-sechando todo el programa que tenía para el 2020 y armando uno nuevo. Porque si bien la tecnología ayuda, hay cosas que son beneficiosas y otras que no, como por ejemplo la concentración, porque la distracción era muy grande mientras otro de sus compañeros hacían ejercicios. Los reduje en tiempo para que pudieran trabajar en parejas y más de una vez.

El beneficio de esto fue que todos aprendieron a escuchar, porque se dieron cuenta de que cuando hablaban todos al mismo tiempo se complicaba. La limitación del plano, el tema de la gestualidad de la cara, fueron cosas que surgieron en el desarrollo de todo. Hubo que desarrollar la imaginación en función de las limitaciones de este medio de comunicación. Este año decidí volver a clases presenciales con los protocolos de rigor y con grupos reducidos, porque esto no solo reduce el peligro del contagio, sino que permite una adaptación en la vuelta de la presencialidad con 15 días entre una clase y otra.

—¿Seguirás con las clases online, principalmente para aquellos que no viven en Buenos Aires?

—Sí, de hecho continuaré con un grupo de Mendoza, que se reunirán allá y el único virtual seré yo, pero no entre ellos. Eso es insustituible: aunque no se puedan tocar o besar, el hecho de estirar el brazo y saber que están en el mismo espacio ya cambia todo. El otro está ahí con su volumen, calor, respiración, aunque tenga el barbijo, está. Esto me parece fundamental, pero no solo por el hecho de la técnica de actuación, sino como maestro, tengo que hacerles perder el miedo de estar con otros.

Creo que el aislamiento produjo situaciones dramáticas, que aún no estamos ponderando y por eso la violencia que vemos en la calle y la playa. Es el resultado de esto. De ninguna manera podemos pensar que si encerrás a la gente durante nueve meses después salga igual.

—Volvés al teatro con El Fixer, ¿cómo vivís el retorno a los escenarios?

—La propuesta me la hicieron en el mes de mayo durante la pandemia; empezamos con Daniel Marcove, el director, y Quique Dumont, mi compañero de escena, a reunirnos una vez por semana por Zoom. A los tres meses entramos en crisis porque no sabíamos cuándo íbamos a poder hacerla, parecía un sinsentido y seguimos; porque en medio del naufragio de incertidumbre el encuentro era como una salvación que nos permitía poner la atención en otra cosa y cuando retomamos los ensayos de manera presencial en noviembre y lo hicimos en mi estudio. Es un espectáculo que tuvo un proceso de ensayo absolutamente diferente a todos los que yo hice, por lo menos.

—Era una válvula de escape, pero más allá de lo que comentás, el texto toca temas controversiales y puntos que marcaron a fuego a nuestra sociedad…

—Es una ficción, escrita por un periodista, con una mirada sobre los últimos años de la Argentina, repasando crímenes que no se esclarecieron, pero no hay una intención de hacer un documental con esto. La intención está en hacer una ficción entretenida, divertida y eso es lo que a mí me pasó cuando la leí; porque sentí además los temas cercanos porque los viví y pensé cómo hacer para que no sea una sucesión de nombres, hechos y acontecimientos que aburran al espectador.

Me alejé de ese problema y se lo trasladé al director, y lo que hice fue buscar resortes expresivos del personaje para que lo que diga, haga o sienta tengan colores diferentes. Entonces encontré en la música un punto de apoyo, canto varias canciones como un medio expresivo y pasa información mientras canto. Después descubrimos que la obra transcurría en pandemia. Entonces el barbijo forma parte de la expresividad del personaje o el vaporizador de alcohol lo utilizo para subrayar una intencionalidad o crear un clima; son ejemplos de acciones del personaje, con momentos de “parque de diversiones” pero también de “peligrosidad” del personaje, que hacen que el otro personaje se pregunte ¿con quién estoy? El fixer es un agente de inteligencia, es un espía, que trabajó en la SIDE durante los últimos cuarenta años. Trabajó para todos los gobiernos y conoce todas las operaciones. El personaje es inquietante y peligroso y el otro cree que tiene un notón entre manos, pero también piensa con quién se metió. Al principio no se da cuenta de eso.

La obra va a permitir que la gente se distienda, pero que al mismo tiempo tenga suspenso y también que reflexione; porque creo que cuando salga del teatro va a salir impactado, podés conocer los hechos, pero en la ficción el personaje estuvo implicado en todos los sucesos porque es el fixer. Pero también tal vez es quien lo hizo, tal vez estés en presencia de un asesino, un violento, alguien que no sabés qué puede hacer.

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