Cultura
El Indio Solari y su profunda identidad platense
Personaje hermético y mítico. Le puso nombre a una leyenda que hunde profundamente sus raíces en La Plata, ciudad en la que empezó un viaje que lo llevó a la fama.
Todos creemos conocer su historia, semejante y a la vez tan diferente a la de otros artistas consagrados. Alguien que se mantuvo al margen, sin transar con sponsors, ni con la tele, ni con las grandes disqueras. Profundamente ligado a nuestra ciudad, dejando muchas huellas en los trepidantes años 60 que sacudieron a nuestro país desde sus raíces.
En el libro Fuimos Reyes. La historia completa de los Redonditos de Ricota, Mariano del Mazo y Pablo Perantuono escribieron a propósito de los orígenes del grupo: “La Negra Poli hacía sonar sus tacos en cada uno de los bares de la calle 51 y la belleza natural y su traza de rockabilly enamoraba a los vagos de alta noche. Tiene un rostro enigmático y un hijo demasiado pequeño al que casi no veía. Carlos Alberto Solari dibujaba sin parar en su silencioso departamento, disfrutaba la soledad y pensaba el argumento de una historia que bien podría ocurrir en Valeria del Mar”.
La familia provenía de Paraná y se mudó a La Plata cuando Carlos Alberto Solari tenía 2 años. Su padre, José, era empleado de correo; su madre, Celina Choy, ama de casa. Había nacido en Concordia, Entre Ríos, el 17 de enero de 1949. Conformaban un hogar de clase media y vivían en un departamento en 41 entre 7 y 8. Para la época en la que Skay volvía de Europa, el Indio lidiaba con el servicio militar, que debió cumplir en el Distrito Militar de La Plata realizando tareas de oficina. Iba de lunes a viernes y salía a las 14. Tuvo varios encontronazos con oficiales. Un día estuvo a punto de desertar: se peleó con un mayor y se fue a su casa a dormir la siesta. Sus compañeros de colimba lo convencieron de que era una locura y finalmente volvió al destacamento.
El Indio Solari cursó el Secundario en diversos colegios, fue expulsado del Industrial Albert Thomas y terminó en el Normal 3. Entró a Bellas Artes para estudiar pintura, pero fue expulsado cuando hacía el curso de ingreso. Cuando iba a la escuela Primaria conoció a Isa Portugheis, su gran amigo de la infancia, quien le presentó a Guillermo Beilinson, con quien integraba Diplodocum Red & Brown. Era una banda con una marcada influencia psicodélica, hacían letras en inglés y tenían la impronta de incorporar componentes audiovisuales en sus conciertos.
La Plata era un foco cultural que, en sus 60 kilómetros de distancia con Capital Federal, lograba imponer el doble juego de la autonomía y la permeabilidad. Alguna vez, el propio Indio Solari definió a los platenses como meloneros, una especie de fauna pequeña pero interesante: “Cuando entrás a escarbar en el melón, descubrís estímulos interminables. Por eso tendíamos a producir un arte disruptivo, irritante”, dijo.
Nadie se hubiera imaginado en los 70 que, en lo que hoy se conoce como Pasaje Rodrigo, se estaba gestando una leyenda. En ese lugar Skay comenzó a comandar los ensayos; Beto Verne apareció como guitarrista y Pepe Fenton como bajista. Todos interpretando musicalmente los primeros relatos del Indio Solari y Guillermo Beilinson. Ese primer encuentro, aunque ninguno lo hubiese intuido, dio inicio a la mayor banda de la historia del rock nacional.
El Big Bang ricotero
La disquería La Vitrola estaba ubicada en 6 entre 47 y 48, era en esa época propiedad del disc jockey conocido como Gustavo Z. Se convirtió pronto en el refugio ricotero por excelencia.
Allí llevaban los Redondos sus entradas para los shows en el Teatro Lozano. Se formaban larguísimas colas y, más de una vez, se producían avalanchas. El Big Bang de Patricio Rey ya había estallado.
Los cronistas de la época aseguran que los años platenses fueron formativos y cruciales para que Patricio Rey se configurara definitivamente como una banda de rock and roll.
Los Redondos son parte de una leyenda made in La Plata, ciudad con la que ninguno de los integrantes del grupo perdió contacto porque, como reza el Indio en una de sus canciones, “lo mejor de nuestra piel es que no nos deja huir”.