Ingrid Valencic y Celeste Contratti presentan La espera

Una escena de la película.

Daniel Mansinelli es el protagonista de La espera, película de Ingrid Valencic y Celeste Contratti que revela el costado más “quirúrgico” de la caza. Hablamos con las realizadoras para saber más detalles de la propuesta.

—¿Cómo conocieron a Daniel?

—Ingrid Valencic: Durante mi infancia alguien de mi familia decidió vivir en Victorica y a partir de ahí viajar a visitarlo fue algo habitual. Conocí a Daniel como a muchas otras personas que son de la zona, no era particularmente amigo de la familia pero su galpón quedó en mi memoria y supongo que ese es el primer recuerdo de Daniel y el único hasta empezar este proyecto.

—¿Por qué quisieron hacer una película sobre él?

—IV: Al ser un pueblo donde una de sus principales fuentes económicas es la actividad cinegética, para turistas especialmente, es frecuente que las personas ahí lucren con eso, es un negocio. Al comienzo este era el puntapié para investigar, acercarme a ellos, sobre todo a los turistas. Una de las primeras personas a las que contacté empezando a investigar fue Daniel, supongo que por el recuerdo que aún conservaba de ese galpón. Después de algunos viajes compartiendo con él, viéndolo en el monte, conversando durante días de diversos temas, descubrimos que muy probablemente el filtro con el que estaba siendo observado no era el correcto, al menos no parecía ético cuando su forma de cazar estaba muy alejada del comercio.

—Celeste Contratti: Daniel apareció además como un personaje sumamente atractivo. Hay algo en su postura, su vestir, su mirada desde donde uno se ve tentado a construir un prejuicio. Prejuicio que se derrumba inmediatamente cuando uno lo empieza a conocer. Esa dualidad entre lo que muestra y cómo es, sumado al vínculo que tiene con su entorno, creemos era una de las facetas más ricas para retratarlo a él como personaje y construir a partir de ahí una película.

—¿Cómo fue el rodaje y cómo interactuaron con él?

—IV: Empezamos a viajar en las temporadas de brama para pasar tiempo con Daniel en el monte y después de algunos viajes grabarlo fue perfectamente natural. Cuando grabábamos él se sumergía en su mundo y cuando no, conversamos, exploramos, dormimos siestas, comimos, es un gran cocinero y pasamos tiempo con su familia. Generamos cierta intimidad que fue posible por ser un equipo reducido, marcado por el tiempo natural y no por el reloj.

—CC: Creo que el rodaje con un equipo técnico conformado por dos personas y un protagonista permitió establecer un vínculo íntimo. En esa intimidad se dieron conversaciones muy interesantes, debates, y por el otro lado apareció el silencio. Pudimos realmente compartir la actividad tal cual él la vive solo en el monte.

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