José María Pallaoro, un poeta de City Bell para quien “escribir es la única salida”
Poeta, periodista y editor, escribió varios libros y fue traducido al italiano y al esloveno. Además, administra varios blogs literarios.
José María Pallaoro nació en La Plata un 28 de febrero de 1959. Poeta y periodista cultural, cursó estudios de Castellano, Literatura y Latín. Condujo y produjo los programas radiales platenses La máquina del tiempo, En la vereda del sol, Mariposas de madera y La Talita.
También colaboró con artículos literarios en el diario Diagonales. Dirigió la revista de poesía El espiniyo y en la actualidad escribe para medios gráficos y virtuales, dirige la editorial Libros de la Talita Dorada, coordina en City Bell un taller de escritura y el espacio cultural La Poesía.
Además administra los blogs literarios Poesía City Bell, Poesía La Plata y Aromito, y uno personal, Los Ojos. En diálogo con diario Hoy, contó detalles de su forma de entender la poesía.
—¿Cuándo descubriste la poesía?
—En la pubertad leía y escribía poemas. Algunos escarceos en la primaria, con más frecuencia en la secundaria. Siempre fui vergonzoso, nunca mostré nada, o muy poco. Mi hermana menor, Gaby, me revisaba los cuadernos y marcaba los textos que le gustaban; y a mí no me gustaba nada. Regalaba poemitas, a mi novia del secundario, por ejemplo. Mis padres fueron muy generosos, provengo de clase trabajadora. Me compraban discos y revistas todos los meses, y de ahí sacaba la información.
—¿Qué es para vos escribir poemas?
—Ahora puedo contestarte con un breve texto incluido en Antología breve (libro armado y editado de manera artesanal por el escritor León Peredo): “No hay laberintos por elevación. Escribir es la única salida.” Después me di cuenta que estaba reflexionando lecturas de Leopoldo Marechal, de su libro Laberinto de amor, y de un prólogo que escribió para Visión de los hijos del mal de Miguel Ángel Bustos.
—Si tuvieras que elegir a tres de los escritores platenses fundamentales, ¿a cuáles elegirías?
—Roberto Themis Speroni. Vivió cerca de casa. Murió cuando yo tenía 8 años. Siempre lo vi por calle Cantilo, vi su sombra. Mario Porro, maestro y amigo. Una obra siempre a descubrir. Néstor Mux. A mis 16 años leí su libro Cartas íntimas para todos. El libro llegó a casa a través de Mirta Villanueva, cuñada de mi hermano Luis, que falleció en mayo de 2020. Mirta y su compañero Sergio Paniagua están desaparecidos. Mirta estaba embarazada, así que su hijo o hija sigue en poder de sus apropiadores. Creo que Néstor Mux es el poeta vivo más importante.
—¿Cuáles son los lugares de La Plata que más tienen que ver con tu historia personal?
—Soy de City Bell. Muy poco urbano. Me gustan mucho los trenes y las estaciones. Solía subir al tren y viajar sin destino. Bajaba en cualquier lugar y caminaba por el pueblo, los de fuera del partido, los de acá: Ringuelet, Tolosa. Alrededor de la estación de La Plata había lugares de mi interés, donde me encontraba con amigos o solo me ponía a observar, a pensar, a escribir, a leer.
—¿Escribiste algo en la pandemia?
—Antes de la pandemia, entre enero y febrero de 2020, escribí cerca de una treintena de poemas breves que agrupé bajo el título Bajo la sombra del sauce. Luego, tuve la necesidad, aunque aún es un trabajo en proceso, de difundirlo en las redes sociales. En la pandemia hubo demasiadas pérdidas personales. Quedé bastante anulado, perdido. Me costaba y cuesta todo: leer, tomar notas. Trabajé en el jardín, intenté nutrir mis blogs Aromito, Poesía La Plata, Poesía y Política, Poesía City Bell.
—¿Recordás algún recital memorable que hayas visto en La Plata?
—En mayo de 1978 me secuestraron en calle 12 de La Plata, cerca de una comisaría. Me metieron en un auto, en el asiento de atrás, me pusieron una capucha o un trapo. Solo escuché gritos. Me puteaban en todos los idiomas, me pegaban con los puños, me pegaron en la cabeza varias veces. Ni sé dónde me dejaron, ni como llegué a casa. Los recitales eran espacio de libertad.
Recuerdo a Invisible, tocaron en La Plata, en Atenas dos veces, en 1974; en un boliche llamado Barras que creo que estaba en calle 8 entre 45 y 46, en 1975; tocaron en Berisso, en el Club Villa San Carlos por agosto de 1976. Y en el Club Atenas el 5 de noviembre de 1976. Presentaron El Jardín de los presentes, ya no como trío, sino como cuarteto con la incorporación del guitarrista Tomás Gutbisch. Fue maravilloso a pesar del terror imperante. La cosa estaba densa, la situación en la calle era insostenible. Spinetta paró el recital y dijo algo así: “Si no entran los chicos que están afuera, no tocamos más”. La memoria es complicada, pasó demasiado tiempo. Fui uno de los chicos que entró. Estaba muy cerca del escenario. En un momento los ojos del Flaco se encuentran con mis ojos. Habrá sido fracción de segundo, pero me sentí tan feliz en ese momento.
—¿Cómo nació Libros de la Talita Dorada y cuál es tu objetivo ?
—Hace más de 20 años. Quizás por mi necesidad de comunicarme y difundir. “Talita” es por los talas que estaban cerca de casa. Ahí nos refugiábamos del calor y de la lluvia. Hacíamos casitas en lo alto y observábamos el barrio, que eran casas aisladas, campo más que nada. “Dorada” es por el fruto de los talas. Dorados por el reflejo del sol. Delicia para los pájaros y para los chicos.