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Manuel Puig, su infancia en La Plata

El autor de La traición de Rita Hayworth y Boquitas pintadas siempre consideró a nuestra ciudad como un lugar fundamental en su vida, de imborrables recuerdos.

La madre de Manuel Puig, María Elena Delledonne, era platense y vivía en calle 4 entre 42 y 43. Una vez recibida de farmacéutica se fue a vivir a General Villegas, donde se casó con Baldomero Puig. Al poco tiempo nació Juan Manuel Puig.
María Elena –“Male”, como la llamaban todos– volvía todos los veranos a La Plata, acompañada por su hijo, quien en nuestra ciudad sería bautizado “Coco” por sus primos –apodo que Manuel siempre detestó–.

Fue en La Plata donde su madre lo inició, con apenas cuatro años, en la pasión por el cine. La primera vez que entró a una sala de cine, la oscuridad lo aterró y no paró de llorar. Pero luego ese hábito se volvió pasión, y nada esperaba con más ansias que la cita cinematográfica. El cine al que más concurrían era el Select. Todas las semanas iban a un estreno. También era aficionado a los recitales organizados en el Teatro del Lago. La Plata fue para Manuel Puig el lugar donde descubrió el cine, el teatro, la música; tortas más altas que las de General Villegas y jugueterías ante cuyas vidrieras podía pasar horas.

Cuenta Ramón Tarruella que “desde niño, Manuel, padecía de tos convulsa” y cuando sufría alguno de sus cíclicos ataques, lo sacaban de la escuela a la que concurría en Ramos Mejía. “Lo traían a La Plata, para su recuperación. Durante las mañanas, por recomendación médica, paseaba por el bosque platense para que respirar el aire fresco, entre casuarinas y eucaliptos”, afirma Tarruella.

El médico le prescribió hacer actividad física para fortalecer su salud. Se hizo socio del club Estudiantes de La Plata, e iba a la pileta de natación de la sede. El recuerdo del club perduró por años y en los libros. En su novela The Buenos Aires affair alude a un partido jugado en La Plata, en el que Estudiantes ganó por 3 a 1 a Universidad Católica de Chile, una semifinal por la Copa Libertadores de América.

La primera de sus novelas, La traición de Rita Hayworth, está llena de citas platenses. El libro se abre con estas palabras: “En casa de los padres de Mita, La Plata 1933”. Mita, en la novela, no es otra que su madre. Uno de los personajes –que encarna a una de sus tías- dice: “Decile que si vienen a vivir a La Plata pueden vivir con no-sotros, que la casa es grande de sobra. Habría que encontrarle algún empleo bueno para Berto”. En la casa de sus tías, paraban Manuel y su madre.

“Alfredo, vamos a ver la Plaza Rocha, que la han arreglado y dicen que está lo más linda”, dice en Pájaros en la cabeza, el proyecto de guion cinematográfico que terminaría convirtiéndose en La traición de Rita Hayworth. A Manuel le encantaba salir del cine e ir caminando hasta la Plaza Rocha a comer con su madre un helado comprado en el camino.

Caminar por el Bosque platense

Recordaba con nostalgia caminar por el Bosque, “mareándome con el perfume de todas esas plantas” o “las plantas de naranjas en las veredas de 48 desde la calle 5 hasta 7 y frente al aula magna la plazoleta está cargada de florecitas de azahar en octubre”. La cabeza despejada y libre como un papel en blanco, respirando ese aire endulzado que sueltan las plantas y que lo hacían pensar en “los bosques de Viena, cuando empiezan a despertarse los pájaros de la mañana y se levanta el sol detrás de la enramada”.

En una carta del 29 de diciembre de 1958, en Londres, escribió: “Me acuerdo patente de cuando nos sentábamos con Bruno en un banco de la Plaza Italia, a la tardecita, después de la Pitman, creo. Mejor no acordarme de La Plata porque son tantos los recuerdos, las idas con la abuelita al cine Princesa y tantas cosas que mejor cambiar de tema”.
Tanto las cenizas de Manuel Puig como las de su madre están en una bóveda familiar en el Cementerio de nuestra ciudad.

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