“Me enfoco en seguir cultivando y aprendiendo sobre lo que siempre me llamó la atención”

En diálogo con este multimedio, el conductor Héctor Maduri reflexionó sobre su oficio y presentó los detalles del programa audiovisual que lleva adelante con notable éxito.

Bajo la dirección de Stefanía Salvarezza, Héctor Maduri conduce 6 macarons y un café, un programa muy especial. Es por ello que ­dialogó con diario Hoy para dar los detalles de la producción audiovisual.

—¿Cómo te adentraste en este oficio? ¿Bajo qué circunstancias se dio la elección de este camino?

—En realidad, siempre me interesó lo espiritual, desde muy chico. Es decir, a medida que fui creciendo, me di cuenta de que había cosas que no entendía. De esta manera, empecé a investigar sobre los fenómenos relacionados a lo espiritual. Además, yo vengo de una carrera química, ahora estoy jubilado de mi trabajo pues ejercí en la Autoridad del Agua hasta 2018, pero nunca pude superar la parte espiritual que me acompañó toda mi vida; allí aprendí lo bueno y me di cuenta que hay ciertos fenómenos que se pueden explicar desde el punto de vista de la realidad y otros que no. Desde ahí me enfoco para seguir cultivando y aprendiendo sobre lo que siempre me llamó la atención. En este sentido, son esos fenómenos que siempre me hicieron dudar sobre lo que estaba viviendo, son sensaciones inexplicables; eso lo tuve siempre, aprendí a interpretar las cartas y otros tipos de mancias.

—¿Qué mensaje intentás transmitir detrás de tu programa o las producciones de las que formás parte?

—El mensaje más directo que puedo sugerir es multifactorial. Sin embargo, uno de ellos es dar el mensaje de que, a pesar de todas las cosas que nos pasan en la vida, lo único que nos mantiene vivos en esta etapa del ser humano es el amor. También el hecho de aprender a perdonar, valorar y a respetar la vida por sobre todas las cosas. Es decir, amar la vida y con respecto a perdonar. También que nos ocupemos de todas las personas que nosotros amamos acá, porque después el día que no están las lloramos y mientras tanto no hacemos ni una llamada por teléfono.

—¿Cuáles son las fortalezas que encontraste en el camino?

—La fortaleza que a mí me mantiene vivo es lo mal que está la gente en general. Es decir, simplemente que escuchen unas palabras de aliento, que puede haber un mundo mejor si realmente todos hiciéramos las cosas de corazón y dejáramos un poco de ser egoístas, envidiosos. Por otro lado, estamos viviendo momentos muy violentos, por eso en el programa los invitados solo se entregan y uno no se deja de sorprender por decir palabras tan simples que, a veces, pegan tan fuerte en el alma.

—¿Cuál es el balance del camino andado?

—El balance es sobresaliente, inesperado, increíble por la entrega de la gente, la desesperación por las personas que ­quieren venir al programa. Más que positivo.

—¿Cómo describís el programa?

—Es un programa donde hay un puente entre el invitado y el conductor. De esta manera, se crea un intercambio de ideas, de pensamientos, utilizando como ex­cusa los macarons. Más luego, después viene el momento de relajar la cita con un café y siempre dejando un buen mensaje de amor más que otra cosa. El programa se describe desde la entrega de ambos. Hay un momento en que hay un cambio de roles y el conductor pasa a ser el invitado. Allí, donde se crea un juego de ida y vuelta con los macarons, nosotros elegimos no tener una idea fija sino relajar, pero utilizamos seis macarons porque tenemos cinco sentidos biológicamente (tacto, oído, gusto, olfato, vista) o eso es lo que conocemos. Utilizamos un sexto para expresar esos sentimientos que no podemos explicar que tienen que ver con el amor, las sensaciones, etc.

—¿Por qué recomendarías a la gente que vea este show?

—Lo recomendaría porque en el programa se produce una apertura desde el alma, porque cada macaron expresa un sentimiento interno que tiene ese invitado y hace que se abra el juego. Es tan lindo que la experiencia es única, no hay una forma de llegar a la otra persona sin hacer un acto de amor, eso lo dice cada invitado del programa. Viniendo al programa uno se da cuenta de lo finitos que somos, de aprovechar el tiempo, de no hacer el mal a nadie y de que a pesar de todas las cosas que pasamos, vale la pena dar un mensaje sincero, lineal, sin muchas vueltas ni rebuscado.

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