Roberto Giordano: de la gloria al absoluto anonimato
En un repaso histórico por los ciclos, personajes y figuras que marcaron un momento de la televisión argentina, diario Hoy recuerda la vida del afamado estilista.
En plenos años 90, el peluquero Roberto Giordano salía a la luz como el productor y conductor de desfiles donde artistas y famosos coincidían cada verano en puntos turísticos de primerísimo nivel. Los bronceados extremos, el platinado en los cabellos y el dólar a un peso marcaban la diferencia de una década que dio para hablar. Es más, muchos lo extrañan en demasía. Por aquél entonces, el estilista de las famosas acrecentaba su fortuna y la invertía en sucursales de su empresa.
Fue el precursor en hacer que las famosas se hicieran presentes y tomaran fotos de las visitas a la peluquería a modo de publicidad gratuita. Con el correr de los años, la suerte de Roberto no fue la misma. Tuvo problemas con el fisco, fundió su proyecto y sufrió problemas de salud como también asistió a sucesos policiales.
De esta manera, poco a poco, fue abandonando el rol protagónico que supo tener en los tiempos dorados de la Argentina y se radicó en el exterior para encontrar algo de paz por fuera del raid mediático. Su sello personal estuvo dado por el lema: “¡Qué noche, Teté!” cuando conducía los desfiles junto a la periodista y conductora Teresita Coustarot. Además se hacía cargo de los looks y la imagen de famosas modelos de alta costura tales como Nicole Neumann, Valeria Mazza, Andrea Frigerio, Pampita y la diva argentina por excelencia, Mirtha Legrand, entre otros.
También es válido rememorar que las mujeres se peleaban por estar en esas pasarelas. Otro motivo de riña era por quiénes abrían o cerraban los desfiles. La caída más grande sucedió cuando una exempleada de la peluquería denunció al hombre por el incumplimiento de las declaraciones en sus ingresos. Alegó que Giordano daba a conocer solo el treinta por ciento de sus ingresos en relación a los desfiles y las ganancias que tenía de sus otras empresas.
De esta manera, la institución que estaba a cargo de investigar la causa, armó un operativo con quince inspectores para que buscaran pruebas fehacientes de lo sucedido y así poder recabar pruebas de la evasión impositiva de la que se lo acusaba. Asimismo, hicieron especial hincapié en sus aportes patronales, bienes gananciales, las facturaciones en negro y la situación de sus empleados.
Poco a poco, la investigación fue avanzando en detrimento del bienestar del estilista, que perdió sus bienes y tan solo se quedó con un salón que estaba sobre su vivienda, un espectacular departamento en pleno centro porteño. La causa principal fue la clausura de todos sus locales, la inhibición de sus bienes, y la quiebra por tres millones de pesos. También enfrentó un total de setenta juicios laborales.
A pesar de la decadencia, continuó viviendo con un buen pasar pero esta vez eligió el perfil bajo para poder seguir adelante, refugiándose en la costa esteña.
Sin embargo, luego de tanta mala sangre, el hombre comenzó a sufrir avatares en su salud que lo llevaron a tener problemas neurológicos con severas secuelas motrices y cognitivas.