cultura

¿A quién se debe el Día Internacional de la Mujer?

Clara Eissner fue una militante alemana que luchó para que se estableciera el 8 de marzo como día en el que se rinda homenaje a todas las trabajadoras del mundo.

Fue en Copenhague, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910, que Clara Eissner, una militante de la Liga Espartaquista alemana –liderada por Rosa Luxemburgo-, con una elocuencia avasallante, propuso que el 8 de marzo fuera el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Clara Eissner nació en Alemania en 1857, desde los años en que cursó el profesorado en Leipzig tuvo un fuerte compromiso político. A raíz de la prohibición de las actividades socialistas en Alemania impuesta por Otto von Bismarck, Eissner , a los 27 años, se exilió primero en Zúrich y luego en París -donde tuvo un rol importante en la II Internacional-. Pese a su obstinada vindicación del feminismo, adoptó el apellido de su marido, Ossip Zetkin, el revolucionario ruso con quien tuvo dos hijos. Posteriormente, Clara se casaría con el pintor y mecenas alemán, George Friedrich Zundel.

En 1891, Clara Eissner fundó el periódico Igualdad, en el que tuvo una participación muy activa su amiga y mentora, Rosa Luxemburgo , una de las figuras intelectuales de más relieve en el siglo XX. Desde sus páginas sostenía que las tribulaciones de los trabajadores eran esencialmente las mismas, sin distinción de género, pero en el caso de las mujeres, la explotación llega a niveles más profundos ya que, desde el comienzo el trabajo de la mujer es más barato que el del hombre: “El salario de los hombres fue originariamente calculado por encima para cubrir la manutención de toda una familia; el salario de la mujer representó desde el principio sólo los costos para la manutención de una única persona, y este mismo sólo por parte, porque se contaba por encima, que la mujer también continuaba trabajando en casa además de su trabajo en la fábrica”.

Polemizaba con los socialistas que planteaban la abolición del trabajo de la mujer, aducía que la cuestión de la emancipación femenina es, en última instancia, una cuestión económica, y que la esclavitud social o la libertad estriba en la situación económica en la que se está: “Los socialistas deben saber que en el desarrollo económico actual el trabajo de la mujer es una necesidad; que la tendencia natural del trabajo de la mujer, o será disminuido, el tiempo de trabajo, al cual cada individuo de la sociedad debe consagrarse, o que la riqueza de la sociedad crecerá; que no es el trabajo de la mujer en sí, el cual a través de la concurrencia con la fuerza de trabajo masculina presiona hacia abaja o el salario, sino la explotación del trabajo de la mujer a través de los capitalistas que ellos mismo se apropian”.

Tenía ideas claras: así como el trabajador está subyugado al capitalista, así la mujer está subyugada al hombre, y permanecerá en ese estado hasta tanto no se alce en pie económicamente independiente. Y eso solo puede lograrse mediante el trabajo: “Si se quiere hacer de las mujeres un ser humano libre, como miembro de la sociedad en igualdad de derechos, como los hombres, pues no se necesita ni abolir ni limitar el trabajo de la mujer, excepto en determinados casos, casos aparte muy aislados”.

Sostenía que no todas las feministas están en la misma trinchera, ya que algunas aíslan al feminismo de la cuestión social. Su lucha era por la remodelación fundamental de la sociedad: “Emancipación de la mujer significa la transformación integral de su posición social fundamentalmente, una revolución de su rol en la vida económica. La vieja forma de producción con sus medios de trabajos incompletos aprisionó a la mujer en la familia y limitó su círculo de acción sobre el interior de su casa. En el seno de la familia representa la mujer una fuerza de trabajo productiva extraordinaria. Ella produjo casi todos los objetos de uso de la familia. Al estamento de producción y comercio de antaño le hubiera sido muy difícil, cuando no imposible, producir esos artículos fuera de la Familia. En tanto que fueron fuertes esas viejas relaciones de producción en fuerza, fue la mujer productiva económicamente”.

Cuando el nazismo se alzó con el poder, y el Partido Comunista fue ilegalizado, Clara Eissner volvió a exiliarse, esta vez, en la Unión Soviética, donde murió el 20 de junio de 1933 en Moscú, a los 76 años.

Noticias Relacionadas