CULTURA

Antonio Dal Masetto, el escritor que hizo fuego a discreción

Solía escribir en un bar del Bajo, donde siempre estaba atento a los diálogos y los gestos.

Nació en Italia, pero desde los doce años vivió en nuestro país, en donde hizo una obra literaria y periodística que no ha caído en el olvido. Solía escribir en un bar del Bajo, donde siempre estaba atento a los diálogos y los gestos. Jamás pudo arrancar de su memoria el dolor que trajo de Italia su familia: “En Intra, mi pueblo, los nazis fusilaron a cuarenta y dos personas. Yo tenía seis o siete años en ese momento. Fue un hecho que conmocionó al pueblo porque eran todos conocidos de ahí, amigos, maridos, hijos”. Estaba convencido de que su tarea como escritor era contar esas historias y recuperar aquello que llevaba en la sangre.

Aprendió el español leyendo en una biblioteca de Salto, el pueblo donde recaló con sus padres. A los 17 años, se mudó a Buenos Aires. No conocía a nadie, sintió que era una ciudad que debía conquistar. Se hizo amigo de otro escritor que venía del interior, Osvaldo Soriano.

Estaban los dos en un bar y Soriano se puso serio de golpe. “Antonio, te tengo que decir algo”. Luego de un instante tenso de silencio, agrego: “A vos no te va a ir bien con los libros”. Dal Masetto se quedó mirándolo, absorto. Soriano le explicó: “Porque en tus libros siempre hay un gato mal tratado”. Le aconsejó que cuando volviera a su casa de noche, se hiciera amigo de algún gato vagabundo, se le acercara despacio, le hablara, tratara de acariciarlo. “Si lográs captar la simpatía de un gato, va a empezar a irte bien”.

No se equivocó, con Fuego a discreción, Siempre es difícil volver a casa y Oscuramente fuerte es la vida, a Antonio Dal Masetto le fue bien.

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