cultura

Carlos Alonso, el arte de sobrevivir a la tragedia

Tiene 95 años y vive en su refugio cordobés en Unquillo.

No ha perdido la tonada mendocina, donde nació el 4 de febrero de 1929, en Tunuyán. En 1976 partió hacia el exilio. Un año después desa­pareció Paloma, su hija, una militante peronista que trabajaba de maestra jardinera, y que desde entonces pasó a ser una las treinta mil víctimas de la última dictadura cívico-militar. Regresó al país en 1982, con su esposa Teresa y su hijo menor, Pablo. Se instalaron en Unquillo, una localidad perdida entre las serranías, que está a 35 kilómetros de la ciudad de Córdoba.

Su obra recorrió el mundo entero. Para él la pintura puede ser parte de la memoria desde un lugar distinto al del periodismo, la historia o la literatura: el de la imagen. En sus cuadros la violencia está como forma de reflexión acerca de su capacidad destructora. Siente que la del pintor es toda una vida de batallas. Por suerte, en vida, ha podido percibir que son muchos los que piensan que sus cuadros vencerán la más ardua de las batallas: la del tiempo.

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