Castillos: una guía por la Edad Media

Un repaso por algunas de las grandes fortalezas del Medioevo: desde la supuesta morada de Vlad Tepes en Transilvania hasta el Alcázar de Segovia.

patio de armas, alcázar, torreón, atalaya, ciudadela... Todas esas palabras de la antigua jerga militar giran alrededor del gran símbolo cultural del Medioevo: el castillo. Emplazados sobre las márgenes de los ríos o en el punto más estratégico de una montaña, fueron construidos originalmente para proteger y defender a la población que vivía a su amparo. Sujetos a los asedios y las tensiones territoriales, buena parte de los castillos construidos entre los siglos X y XIV quedaron reducidos a ruinas. Los que sobrevivieron se han convertido, con el paso de los años, en sitios de peregrinación histórica.

Ubicado en Transilvania, el Castillo de Bran es un monumento nacional rumano y un punto de interés arquitectónico, turístico y literario. Según las creencias populares, fue la antigua residencia de Vlad Tepes, el Empalador: el príncipe que inspiró a Drácula, el personaje de Bram Stoker. Sin embargo, de acuerdo a la mayoría de los revisionismos, Tepes pasó solo dos días en el castillo y encerrado en una mazmorra: camino a la prisión de Budapest. Su verdadera residencia habría sido el Castillo Poenari, instalado en un acantilado cerca de las montañas Fagaras.

Conocido como bastión en el siglo XII, el Alcázar de Segovia se recorta majestuosamente sobre el valle del Eresma. Es un caso único en la historia europea. Residencia de los reyes de Castilla hasta el siglo XIX, contra sus anchos muros de piedra se tejieron batallas sangrientas, intrigas palaciegas, bodas reales y toda clase de sucesos extraordinarios. Orson Welles lo utilizó en Campanadas de medianoche y, de acuerdo a la leyenda, Walt Disney se inspiró en el Alcázar para crear el castillo de la Cenicienta.

Así, buena parte de Europa está punteada por estas fortalezas, desde Austria (Hohensalzburg) hasta Portugal (fortaleza de Guimaraes), pasando por Alemania (el bastión de Eltz), Francia (Chillon), Gales (Cardiff), Escocia (Edimburgo) y, desde luego, Inglaterra (el hogar del conde de Warwick). Japón, sin embargo, tiene uno de los más célebres.

Localizado en la ciudad costera del mismo nombre, el Castillo Himeji se levantó a mediados del siglo XI en la misma colina donde había erigido su fortín el clan Akamatsu, una familia de samuráis. También conocido con el nombre de Hakuro-jo o Shirasagi-jo (“castillo de la garza blanca”) debido al color blanco brillante de su exterior, esta fortaleza samurái fue designada como patrimonio de la humanidad por la Unesco y es un escenario muy frecuente del cine y la televisión japonesa.

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