Cuando Albert Einstein estuvo en la Universidad de La Plata

El genial científico estuvo solo siete horas en nuestra ciudad, pero hizo una muy amplia recorrida que diario Hoy reconstruyó minuciosamente.

Cuando la Policía empezó a cortar las calles en los alrededores del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, la mayoría de los vecinos pensó que se trataba de una de esas medidas habituales propias de las visitas oficiales de gran envergadura. No fue así. El 2 de abril de 1925, el Premio Nobel de Física Albert Einstein arribó por primera vez a la ciudad de las diagonales. Tenía 46 años y una personalidad tan atractiva que trasuntaba una profunda humanidad y que era percibida, incluso, por personas a las que jamás les había interesado, o ni siquiera escuchado nombrar, su teoría de la relatividad.

Inmediatamente, su presencia produjo una serie de acontecimientos insólitos: vidrieras de supermercados, almacenes, tiendas de ropa comenzaron a reproducir frases de sus teorías para promocionar algunos de sus productos. Pronto, cualquier transeúnte podía toparse con un letrero que rezaba: “Tenía razón Einstein, todo es relativo, de un año para el otro, guarde su ropa en Albion House”. Por esa época, la revista Caras y Caretas publicó muchos artículos sobre él, algunos serios y medulosos, y otros más bien humorísticos.

La Universidad Nacional de La Plata designó comisiones especiales para su recepción. Una de ellas estuvo presidida por el decano Eduardo Huergo, quien se trasladó a Montevideo para esperar al científico alemán y acompañarlo a Buenos Aires. Einstein ya había dado conferencias sobre su teoría de la relatividad en los centros científicos más importantes del mundo: Berlín, París, Zúrich, Londres, entre otros, y sería la primera y única vez que visitaría nuestro país. La recepción oficial tuvo lugar en el salón de actos públicos del Colegio Nacional de la Universidad, a la que asistieron ministros del Poder Ejecutivo Nacional, delegados de las universidades de Montevideo, Tucumán y Córdoba, el rector de la UNLP, miembros del Consejo Superior y lo más representativo de los círculos universitarios e intelectuales.

Einstein llegó a La Plata a las 11 de la mañana, acompañado por el rector de la UBA, José Arce. Ambos se dirigieron, en primer lugar, a las dependencias de la universidad de calle 7, en cuyo salón principal fueron recibidos por el rector Nazar Anchorena, acompañado por los consejeros superiores y muchos ­profesores de la Facultad de Ingeniería y Física. Se le otorgó el diploma honorífico de “miembro de la Universidad Nacional de La Plata”. De allí, la delegación se movilizó hacia el Jockey Club, donde se lo agasajó con un almuerzo ofrecido por las autoridades municipales en su honor.

Alrededor de las 14, Einstein realizó una rápida gira por la ciudad y, finalmente, llegó al Museo de Ciencias Naturales, donde fue atendido por el profesor Roberto Lehmann Nitsche, un médico y etnólogo alemán que hacía 28 años estaba radicado en la Argentina.

Asimismo, aprovechó para recorrer varias salas y algunos testigos señalaron que se interesó vivamente por el gliptodonte y el diplococo, y que recibió exhaustivas explicaciones de los especialistas.

Su recuerdo de la ciudad

A pedido de Albert Einstein, la delegación se trasladó a pie hasta el Colegio Nacional. Eran alrededor de las 17. Para ese entonces, hasta el último rincón de la sala principal y las escaleras aledañas estaban ocupadas por un público ansioso. El ámbito disponible resultó exiguo para la enorme cantidad de curiosos que se había dado cita. La concurrencia estaba constituida por gran cantidad de damas con sombrero y público encabezado por estudiantes y profesores de la institución. Cuando el científico hizo su entrada, los aplausos atronaron el recinto, como si la ciudad se inmortalizara desde ese preciso instante.

En la mayoría de los periódicos locales se lo mencionaba como una celebridad hollywoodense, resaltando una inusitada sencillez. Bajo la faz personal de Einstein, su figura era poderosamente simpática y allí residía el secreto de su enorme popularidad: su expresión agradable, una voz bien timbrada, maneras llanas, mirada aguda y una cabeza ensortijada de niño grande daban la impresión de hallarse delante de un amigo benevolente.

Tiempo después, Einstein afirmaría en un reportaje: “De La Plata solo puedo decir que se parece a Brujas la muerta. Ciudad moderna, tristona y poco animada desde el punto de vista general, pero muy adelantada, espiritualmente hablando”.

Noticias Relacionadas