cultura

Cuando Alfredo Alcón soñaba con ser torero

Pocos saben que el emblemático actor tuvo la secreta vocación de entrar en el ruedo.

Alfredo Alcón emergió en la década del 50 en el ciclo Las dos carátulas, de Radio Nacional, recién egresado del Conservatorio de Arte Escénico. El actor José Cibrián lo arrastró por entonces al incipiente Canal 7 y le permitió descollar en las versiones que dirigió de El cisne y Chatterton.

Cuando Alcón se casó en 1952 con Nani Freire, se mudó a España. Fue entonces que soñó con ser torero. Creía que el enfrentamiento con un toro era simple, elemental, un mero juego de elegancia; pero al entrar en el ruedo, advirtió que todo era mucho más complicado y sangriento de lo que imaginaba. Y desistió.

Lo suyo era la actuación, y como actor se forjó la más sólida y merecida de las reputaciones. Se convirtió en el actor argentino por antonomasia. Su fama se consolidó con una película y una obra de teatro: Un guapo del 900 y Recordando con ira, respectivamente.

Pero su nombre se mantuvo empinado no solo por su talento interpretativo, sino, fundamentalmente, por sostener una ética a rajatabla.

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