Cuando Mar del Plata era un reducto aristocrático

La ciudad emblema de la costa argentina congregó en sus primeros años a las clases más encumbradas de la sociedad.

¿Es que queda alguien en Buenos Aires?”, se preguntaba la
revista Rico Tipo el 28 de enerode 1948. Muchos argentinos se amontonabanalegremente en las playas deMar del Plata, aprovechando las vacaciones pagas y el turismo social fomentad por el gobierno peronista. Pero no siempre había sido así; durante mucho tiempo esa ciudad balnearia había sido
una ciudadela aristocrática y exclusiva.

Según la investigadora Elisa Pastoriza, las vacaciones a la orilla del mar fueron una invención inglesa, cuyos
orígenes se remontan al siglo XVIII. Aunque la llegada de esta costumbre a nuestro país tuvo lugar recién hacia fines del siglo XIX. A partir de ese momento, Mar del Plata- fundada por
Patricio Peralta Ramos en 1874- se impuso como sitio predilecto para la aristocracia local.

El Ferrocarril Sud a Mar del Plata fue el inicio para replicar en la costa bonaerense los balnearios de moda en Europa. Su recorrido duraba doce horas y fue inaugurado en 1886. Las familias patricias ya no precisaban ir a Brighton, Biarritz o San Sebastián para tomar baños de mar. A 400 kilómetros construyeron una villa privada a su imagen y semejanza. Un lugar donde la ostentación de la riqueza era el signo distintivo.

Dos años más tarde de la llegada del tren se inauguró el Bristol Hotel con la presencia de Carlos Pellegrini, vicepresidente del país. Allí, los muebles eran de caoba importados de Inglaterra; los mármoles provenían de
Italia; los bronces y las artesanías venían de Francia; las alfombras eran persas y la vajilla de porcelana, alemana.
El hotel fue el primer edificio iluminado con luz eléctrica.

Un corresponsal del diario Le Figaro, sintetizó las preocupaciones de la élite en aquella época: “Se va a Mar
del Plata a lucir su fortuna, a divertir a las muchachas y a armar las primeras intrigas que se resolverán en los noviazgos
de invierno. Las familias de las provincias intentan mezclarse con las de la Capital y hacer relaciones; las niñas
de tierra adentro que anhelan lanzarse no tienen bastante con un mes para exhibir todo su guardarropa”.

La conquista de Mar del Plata significó la encarnación colectiva de esa vieja aspiración cantada por Gardel: “Yo quiero ir a Mar del Plata”. Representaba el deseo de las mayorías que
en los días tórridos del verano soñabancon conocer la playa.

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