cultura

Cuando un indio fue gobernador en nuestro país

Andrés Guacurarí fue el único gobernador indígena de la historia argentina.

La última semana de febrero de 1815 fue muy agitada en Santo Tomé, un pueblo ubicado a orillas del Río Uruguay (actual provincia de Corrientes), habitado mayoritariamente por indígena guaraníes. La noticia de la designación de Andrés Guacurarí y Artigas como nuevo gobernador de las Misiones Orientales había generado mucha expectativa.

Andresito, como lo llamaban desde siempre, era guaraní, un hijo de la tierra, como ellos, criado en parajes de tierra colorada y aguas transparente. Su nombramiento representaba un hecho inédito porque nunca antes un indígena había ocupado un cargo ejecutivo en las Provincias Unidas del Río de la Plata. En aquellos tiempos convulsionados era bastante habitual ver a algunos líderes indígenas; Andresito lo hizo de la mano de Artigas, primero como su lugarteniente y luego como gobernador.

En ese sentido, ejerció una conducción humana, justa y socialmente revolucionaria, recordando y aplicando la máxima artiguista al anunciar la primera reforma agraria de América “que los más infelices sean los más privilegiados”. Ante todo abolió la servidumbre en todas sus formas y repartió tierras a los que las habían perdido a manos de la conquista, el saqueo, la estafa o todo eso a la vez. Durante su gobierno, se eliminaron del territorio bajo su jurisdicción todos los símbolos, escudos y emblemas que pervivían de la colonización española, y recobraron su vigor los cabildos de los pueblos originarios que tenían una función central en la administración del territorio fomentando la producción y comercialización de la yerba mate y la fabricación de pólvora y hasta la instalación de hornos para fabricar puntas de lanzas.

En 1816 se desató sobre la Banda Oriental la devastadora invasión portuguesa, realizada por 30.000 soldados con el mejor armamento de la época y bajo el asesoramiento de un viejo conocido de estas tierras, el otrora invasor inglés William Carr Beresford, contratado por la corte de Río para reorganizar su ejército. Iban por Artigas y su gente, a poner fin a la experiencia más democrática y popular de esta parte del mundo, a exterminar de raíz ese “mal ejemplo” que podía acarrear el riesgo de contagio. El trágico final de Andresito ocurrido en 1819 - capturado por una patrulla enemiga que lo tomó prisionero y llevó caminando junto a muchos de sus hombres a Porto Alegre y luego a la prisión de la Lague- no hizo más que agigantar su huella entre los habitantes de Misiones y Corrientes.

Noticias Relacionadas