CULTURA

David José Kohon, el recuerdo de un grande

Sus siete películas están dentro de los memorables momentos de la producción cinematográfica argentina. Sin embargo, su desinterés por toda forma de autopromoción lo llevó al olvido.

A los 21 años, David José Kohon filmó su primer cortometraje, La flecha y el compás, que dura 12 minutos y muestra una decidida voluntad de experimentación. Venía de trabajar en el periodismo y su formación como realizador y crítico comenzó en el club Gente de Cine. Filmaba todos los fines de semana, a medida que compraba película. Armó todo el corto en una moviola con manivela. En aquella época no se exhibían cortometrajes argentinos. Sin embargo, el distribuidor de las películas de Ingmar Bergman se interesó en la obra de ese debutante en el que adivinaba verdadero talento.

Ocho años después estrenó otro corto titulado Buenos Aires, que causó un gran revuelo, se alzó con el Premio de la Crítica en el Festival de Mar del Plata y tuvo una muy buena acogida internacional. En 1960 filmó un largometraje, Prisioneros de la noche, un retrato descarnado de seres desam­parados que perfila un estilo que profundizaría en Tres veces Ana, una película de finales de 1961 que encontró muchos obstáculos por parte del Instituto del Cine, porque consideró que el guion era un “texto comunista”. La película mereció encendidos elogios de François Truffaut que, cuando fueron conocidos en nuestro país, provocó una oleada de reconocimiento al filme por parte de la crítica vernácula. Un amigo le había contado que había tenido un encuentro con una chica que de manera muy ingenua le había contado que quería ser prostituta. A Kohon la historia le resultó interesante y llegó a escribir un cuento extraordinario. La historia quedó en un cajón hasta que el Instituto del Cine convocó a concurso; la reescribió y la presentó. Ganó ese concurso. Le costaba conseguir la actriz. Un estudiante del conservatorio de arte dramático le dijo que en el último año había una chica muy buena. Era Ana María Picchio: “Fue una situación bastante mágica. Era igual a la chica de la historia, hasta cuando tomaba café con leche”, contó Kohon.

En 1964 rodó Así o de otra manera, que recién pudo estrenarse 32 años después. A partir de ese momento se consideró terminado: “Cuando uno está con la parrilla caliente, por ahí cae alguna propuesta. Pero tres años después se acabó”. Sin embargo, en 1968 retomó la pasión y filmó Breve cielo, su mejor película –que para muchos críticos es una de las mejores del cine argentino, y que fue llamada “la primera fundación cinematográfica de Buenos Aires”–, protagonizada por Alberto Fernández de Rosa y Ana María Picchio, quien ganó el premio mayor como actriz en el Festival de Cine de Moscú. Cuando terminó Breve cielo, no conseguía distribuidor ni exhibidor, le decían: “Lástima que no esté hablada en sueco o en francés, porque ahí sí sería un éxito”. Estuvo un año sin poder estrenarla y desesperado porque tenía que pagar el crédito. Finalmente la compañía Argentina Sono Film la distribuyó. La película tuvo un notable raid internacional.

“Una profesión ambigua”

En 1970, Kohon produjo Con alma y vida, que se estrenó también con dificultades. En 1977 logró filmar ¿Qué es el otoño?, y cinco años después, en 1982, presentó su última película, El agujero en la pared. Formó parte de la llamada generación del 60, que en su ámbito tomó el nombre de “nuevo cine argentino”: “Porque irrumpimos juntos y todos estábamos guiados por cierta rebeldía en contra de los procedimientos anquilosados, en lo social y en lo cinematográfico”. Venían del cine independiente y se proponían hacer películas sin consignas a priori.

Fue muy cuidadoso con todos los detalles de producción. Cuatro de sus películas tienen música original compuesta por Astor Piazzolla. En todas, el elenco, la escenografía y el vestuario fueron fruto de una cuidadosa elaboración. Alfredo Alcón, María Vaner, Lautaro Murúa estuvieron entre los actores a los que más recurrió.

“Esta es una profesión ambigua: somos un poco técnicos, un poco artistas. En resumen, poca cosa”, dijo David Kohon alguna vez. En otra oportunidad señaló cuál es el gran problema al que se enfrentan los realizadores argentinos: “Todos los que hacemos cine en este país estamos en la misma aventura y en la misma pelea: la del que hace contra el que distribuye y exhibe. Estrenan las películas una semana, y si de jueves a domingo no cubre determinada media, afuera. Es un disparate. Muy distinto a lo que pasa en otros países, donde el que produce es aliado del exhibidor. Acá en el mejor de los casos es indiferente. Tenemos el enemigo en casa. Es imposible que un artista de cualquier rama tenga solo cuatro días para que se aprecie su obra”.

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