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El escritor que tenía el secreto de la juventud

Carlos Gorostiza es uno de los grandes dramaturgos argentinos, impulsor de Teatro Abierto y uno de los primeros secretarios de Cultura del resurgimiento democrático.

Decía que la clave para no volverse viejo es estar atento a la realidad en lo que se vive. La fórmula le dio resultado, a los 96 años seguía sin ser viejo. Nadie podía creer que ese hombre de abundante pelo canoso, porte elegante, mirada fresca, atenta lucidez y picardía a flor de lengua, había llegado tan gallardamente al casi siglo de vida.

No tenía 30 años cuando estrenó su primera obra “El puente”, que inauguró una nueva etapa en el teatro argentino, corporizando el espíritu del teatro independiente. La pieza fue estrenada en el Teatro La Máscara, y sería adaptada cinematográficamente poco tiempo después: “Creía que estaba inventando todo de la nada, hasta que razoné y supe que sí, que había hitos, y en ellos estaban Armando Discépolo, Roberto Arlt, Samuel Eichelbaum...”. Las generaciones posteriores tomaron la obra como parte de una tradición que tiene hitos tan alejados unos de otros que no se reconocen como propios.

Carlos Gorostiza nació en Buenos Aires el 7 de junio de 1920, hijo de vascos y hermano de quien sería una actriz que gozaría de celebridad, Analía Gadé. Su primera inclinación artística fue la poesía, luego llegaría el arte de los títeres, pero su expresividad alcanzó su cota más alta con el teatro. Después de esa pieza llegaron otras, todas con una reflexión y claridad notables sobre el hecho social. En 1954, con dirección de Armando Discépolo, estrenó “El Juicio”, en el Teatro Cervantes, donde cuatro años después pondría en escena “ El pan de la locura”, dirigida por él mismo, alzándose con el Primer Premio Municipal de Teatro. A los pocos meses del estreno, los militares clausuraron el teatro en el que se estaba representando la obra. Su temática era la vida cotidiana de la clase media. Su estructura, el equilibrio.

En 1960, fue invitado a dirigir en Caracas el primer teatro estable de Venezuela –Los Caobos- y ejerció en ese país la docencia en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Dos años después estrenó en la televisión argentina “Los otros” y “Toda una historia”, ambas premiadas con el Martín Fierro. Durante la última dictadura integró las listas negras, figurando entre los 27 socios de Argentores inhabilitados para recibir cualquier apoyo estatal.

Se dice que fue en el living de su casa donde ocurrieron las primeras conversaciones que culminarían con la creación de Teatro Abierto, ese movimiento de resistencia cultural que en 1981 hizo confluir a directores, autores y actores, para poner en escena obras que hablaran desafiando la mordaza impuesta por dictadura. La primera obra que escribió para ese ciclo fue “El acompañamiento”, interpretada por Carlos Carella y Ulises Dumont, en un duelo actoral que no es exagerado calificar de magistral.

Durante los primeros años del retorno de la democracia, fue secretario de cultura del gobierno de Raúl Alfonsín. Además del teatro, incursionó en la novela con obras como “Los cuartos oscuros”, “ Cuerpos presentes”, “ La buena gente” y “Vuelan las palomas” –que ganó el Premio Planeta 1999, con un jurado presidido por Abelardo Castillo-

Autor de más de treinta obras teatrales, seis novelas, un libro de memorias, y un libro de poemas de juventud; a los 95 años estrenó su última obra: “Distracciones”. Dirigida por Mariana Giovine e interpretada por un grupo de jóvenes actoras. Gorostiza definió esta pieza como una “necesaria defensa de una juventud distraída y una tácita acusación, también necesaria, contra nosotros, los grandes”. Cuando Carlos Gorostiza murió, la escritora Griselda Gambaro escribió: Uno lo quería por determinadas actitudes, sus obras, su modo de ser, que aunaba cierto estado risueño con un juicio muy profundo sobre las cosas y los seres. El pan de la locura y El puente me marcaron. Ver esos estrenos fue descubrir el teatro argentino”.

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