El maestro del cine político

Sus siete películas de ficción y sus 11 documentales colocan a Gillo Pontecorvo en el podio de los más grandes realizadores que abordaron el análisis de la realidad histórica.

La batalla de Argel, dirigida por Gillo Pontecorvo se estrenó en 1966, y cuenta la lucha del movimiento de liberación argelino contra el represor colonial francés. El director italiano no conseguía financiación y tuvo que formar su propia compañía, la Igor Film, para poder realizar la película. El presupuesto fue de 800.000 dólares. Se filmó en blanco y negro con cámaras manuales, y con estética de informativo.

La película fue prohibida en Francia, se pusieron bombas en algunos cines donde se proyectaba. Otros comprobaron el talento de Pontecorvo, por ejemplo, el productor estadounidense David Puttnam, quien le propuso dirigir un film sobre la Larga Marcha, esa gesta protagonizada por el Ejército Rojo chino, bajo la conducción de Mao Tse-tung, y que consistió en que 100.000 partiendo del sur de China, cruzaron 18 cadenas montañosas y 24 ríos bajo el bombardeo constante de la aviación nacionalista de Chiang Kai-shek, y caminaron 10.000 kilómetros hasta instalar una base roja en el noroeste del país. Solo 8.000 sobrevivirían para entrar victoriosas en Beijin quince años después. Proyecto que finalmente no pudo llevarse a cabo.

Tres años después, la United Artists contrató a Pontecorvo para dirigir Queimada, una historia que transcurre en una isla caribeña, en la que el imperio británico envía al filibustero William Walker -protagonizado por Marlon Brando- para organizar una revuelta contra el imperio español para que la isla quede bajo la égida de Inglaterra. William Walker existió, fue un mercenario que trabajaba a la órdenes de los banqueros Morgan y Garrison, invadió Centroamérica al frente de una banda de asesinos que se llamaban a sí mismos “la falange americana de los inmortales”. Como cuenta Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: “Con el respaldo oficioso del gobierno de los Estados Unidos, Walker robó, mató, incendió y se proclamó presidente, en expediciones sucesivas, de Nicaragua, El Salvador y Honduras. Reimplantó la esclavitud en los territorios que sufrieron su devastadora ocupación, continuando, así, la obra filantrópica de su país en los estados que habían sido usurpados, poco antes, a México”.

Queimada sobrepasó el presupuesto originariamente fijado, por eso la productora, temiendo que la película pudiera ser prohibida en la España franquista, cambió el imperio español por el portugués -falseando la historia, porque ese país nunca tuvo colonias en el Caribe-. Además, mutiló 25 minutos de la versión final mediante el simple procedimiento de cortar metros de película de la terminación de cada rollo.

Aun así, Queimada y La batalla de Argel fueron, al decir del pensador palestino Edward Said: “Las dos películas de tema político más extraordinarias que se hayan hecho jamás”. Es que Gillo Pontecorvo no era un diletante sino un militante comprometido, que a los 19 años se afilió al Partido Comunista italiano, y dos años después participó en la resistencia antifascista armada y terminó comandando la Tercera Brigada de partigiani que liberó Milán del dominio nazi.

La película Paisà de Rossellini le hizo a Pontecorvo dar un vuelco en su vida, dejó el periodismo y empezó a filmar documentales en 16 mm sobre la vida de los pescadores y campesinos que habían sido sus compañeros de lucha. En 1959 dirigió Kapo, una de las primeras películas sobre la Shoah -que prefigura, de alguna manera, a La Lista de Schindler-, y que fue nominada al Oscar como mejor película extranjera.

El 28 de septiembre de 1979 estrenó Ogro, una película con Gian Maria Volonté, José Sacristán y Angela Molina. El título de la película alude al nombre puesto por ETA a una de sus operaciones más sonadas, que terminó con la ejecución de Luis Carrero Blanco, brazo derecho de Francisco Franco.

Luego de esa película, Gillo Pontecorvo se llamó a silencio. Rechazó más de sesenta guiones que le presentaron, y dejó inconclusos 35 borradores: “Empiezo a escribir un argumento y me entusiasmo. A los dos meses me pregunto ¿para qué hacer este film? Ahí se termina”. Murió a los 86 años, en la ciudad de Roma.

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